domingo, 29 de julio de 2007

Nico y Coco Chanel sudan en agosto bajo la sombra de la higuera (Dulce es la miel de tus labios)

Despair and Deception, Love's ugly little twins

Came a-knocking on my door, I let them in

Darling, you're the punishment for all of my former sins

I let love in

I let love in

Nick Cave – I Let Love In


Las palabras exactas de la adivina morirás de la forma más triste posible, totalmente solo, sin poder ser observado y sin poder observar tu propia muerte. Tan alcanzado por el vacío que serás incapaz de reconocer la propia realidad de tu muerte taladraron su cabeza durante décadas. El moño oscuro y cerrado, un moño construido antes de las eras del hombre y que no había sido nunca disuelto, el olor característico a fritanga que invadía toda el tenderete cubierto desde el techo con una increíble variedad de telas orientales se instalaron en su memoria por siempre. Así que el hombre durante toda su existencia se protegió de todos y de todas, no hubo muralla que no supiese levantar y fortaleció su corazón con remaches de acero, vigas de hormigón, clavos de hierro dulce y por siempre recordó aquello que dijo a su único amor me alejo de ti porque te temo más que a la vida y a la muerte, para mí el autentico significado del miedo son tus ojos por la mañana antes del café y del sol. Durante toda su vida el hombre sólo confió en la fuerza de sus palabras, en la verdad y belleza que podía destilarse con ellas y, como bien predijo la adivina, murió inconsciente, abrumado por la soledad y sin palabras que poder emitir y comprender. Hasta ellas le traicionaron al final únicamente por un puñado de dolares.

jueves, 26 de julio de 2007

La estrella de televisión descargó en el culo de la cenicienta negra (A song for die)

Toda la sala reía, no sonreían sino que se carcajeaban mientras la cara del presentador de televisión se descomponía y se irritaba, las aletas de la nariz vibrantes y el cuello hinchado y rojo, los mofletes desbocados y la boca totalmente paralizada en un rictus de ignorancia supina, de burro loco y cojo. Todo el mundo estaba allí, todo el que era alguien en la televisión, los productores y las presentadoras pechugonas, los cámaras y los de realización porque el juicio iba de sexo en televisión y nadie se quiere perder ningún tipo de sexo. Aunque sea de oídas. La sala ya había roto a reír en varias ocasiones, los mozos se levantaban y chillaban como monos y las mujeres se volvían histéricas con su papada creciendo y decreciendo ante la ausencia del maquillaje habitual con el que las percibimos mas esta había sido la definitiva, la risa consciente, la risa del ridículo y de ver al presentador de máxima audiencia con cara de animal, la risa que olía a victoria y envidia. Todo el caso surgió de la emisión, una noche cualquiera, de unas imágenes en el plató desierto donde se gravaba el noticiario nocturno en el que el presentador perfecto jugueteaba con el culo de la señora negra de la limpieza, esta con las faldas llegándole hasta el cogote, los carrillos fuertemente picados y los gruesos labios en continuas vibraciones y oleadas de placer, hasta que, después de unos dos minutos de continuo machaqueo, el tipo se descargó entero sobre la espalda ya desnuda de la mujer. El bochorno del hombre al saber que las imágenes habían sido grabadas y después emitidas o mejor dicho emitidas mientras se grababan no tuvo límite, igual que ilimitadas fueron las exclusivas de la mujer al separarse, igual que el despido fulgurante y la acusación por parte de la asociación de mujeres trabajadoras y la asociación de mujeres inmigrantes y hasta la asociación para la defensa de las libertades civiles. Cuando el revuelo pasó y el locutor de moda en crisis no tenía donde caerse muerto excepto en un mal programa del corazón decidió denunciar al regidor y al productor que le habían jugado la mala pasada de interrumpir la serie de ficción nacional de los jueves por la noche para emitir la escenita de sexo anal de marras la cual había marcado el máximo de audiencia anual de toda la televisión. Durante el juicio la defensa, protegida por el aluvión de estrellas televisivas que acudían como perros en defensa de sus dueños, adujo contratos de exclusividad firmados por el demandante y que el presentador sabía que allí había cámaras y que aquello era como follar en la playa y esperar que nadie te viese, se comentó que la emisión estaba permitida ya que eran más de las doce y que el productor que admitió estar en la sala de control cuando el realizador percibió que algo se cocía en plató y que al ver la toma de la cámara encendida decidió obrar en favor de la cadena con la emisión en abierto del berenjenal. El material emitido se reprodujo en el juicio a todo color y con un cañón proyectando contra la pared central sepia. Se pudo ver a la máxima resolución y a cámara lenta la cara de placer y éxtasis del presentador al escurrir las últimas gotas perladas del prepucio para desprenderlas contra la espalada de la trabajadora guineana disfrazada, por exigencias del guión, con el camisón azul de las empleadas de la limpieza. Durante todo el juicio se comprobó a través de las fotos de las revistas la descomposición progresiva pero a la vez irreversible en la dignidad del nuevo bufón real del mundo del espectáculo. La guinda final fue el veredicto del juez con el salomónico si lo que quieren es sexo y la televisión está corrompida, si con lo que comerciáis es con la imagen y lo más podrido del hombre, cuando las imágenes que emitáis sean las vuestras no acudáis a la justicia pidiendo favores. Y entonces declaró inocentes a los dos cabroncetes que mientras se tomaban un güisqui emitieron sexo en televisión, al presentador con la cenicienta negra y el batín azul a cuadros blancos y luego, creyéndose el orondo juez fuera de micrófono: la verdad que no sé por qué tanto revuelo, la tía si estaba como un queso, pero él la tiene del tamaño de un playmobil. Eso no es sexo en televisión ni nada. Sólo pulgas cachondas para el circo. Con eso la gente rió y se revolcó en el suelo, camerinos y lamé, silicona y gomina mezclada con corbatas de Prada en el suelo de tarima flotante de un juzgado cualquiera.

martes, 24 de julio de 2007

Operator

Operator, can you help me, help me if you please.

Give me the right area code and the number that I need.

My rider left upon the Midnight Flyer,

Singin' like a summer breeze.”

The Grateful Dead - Operator



Lo que más me sorprendió, ya apretado como un animal acorralado en el asiento del cupé, del tacto de la sangre fue su continuidad, la húmeda y cálida y a la vez reconfortante sensación de su permanencia entre mis manos aun debajo de las uñas; recorriendo mis antebrazos incluso horas después del asesinato. Luego desperté del ensueño en el que me dejó la adrenalina con un fuerte dolor de cabeza y rodeado de campos de centeno y cebada mortalmente húmedos también; la zona era terriblemente húmeda y fría, los faros del coche revelaban al claro oscuro nubes de mosquitos adocenados y el vaho elevándose desde el suelo. Se producía, el vaho, por la diferencia térmica en una zona como aquella entre las capas altas de la atmósfera, más frías y la tierra excesivamente húmeda, pantanosa, cubierta de serpientes y reptiles de ojos desorbitados, cálida, templada todavía por efecto de ese típico sol pálido que nos cubre por estas zonas en invierno. Me fijé que K estaba completamente cubierta por la sangre de aquel tipo, la del cadáver y la suya, mezcladas; no únicamente el vestido y los brazos y la cara, sino también la entrepierna y la parte interna de los muslos. Su cara estaba apagada y el tono de piel se acercaba al de la tierra, algo parecido a lo que uno se imagina del barro templado por el gua después de ser expulsado por la chimenea de un volcán. Pura ceniza. Tenía la cara color ceniza, los muslos cargados de sangre reseca y desconchada que se iba prendiendo de la tapicería de los asientos y me imaginé que volvíamos a casa del hospital y que ella había tenido un hijo y yo había sido el típico padre primerizo y atontado que se había desmayado en el parto y ahora tenía que ser llevado a casa por su mujer. Decidí que era mejor salir del barrizal y olvidar los mosquitos y se lo hice saber a K que asintió sin esfuerzo igual que si aquello no fuera con ella; a una distancia de mil kilómetros se encontraba su cara y todos los defectos de la piel que brillaban y bailaban a la luz pálida de los focos del coche alquilado. Antes de ser detenidos conseguimos mantenernos más de dos mil quinientos veinticinco kilómetros en la carretera sin parar un segundo excepto para repostar. Nuestras caras y cuerpos parecían envejecer a la velocidad exacta del coche y evitábamos mirarnos con tanta ansia que aunque nuestros ojos se hubieran enfocado no hubiéramos vista nada más que luz y retazos de sombra. Poco antes de ser detenidos dormimos en un campo totalmente distinto, una campa reseca, mantenida por Dios a base de arenisca y escorpiones, que parecía sostenerse en un barbecho eterno en el que los hierbajos dominaban la vista arrancando la vida hasta a los cactos más duros y resistentes. Conseguí enlazar con la operadora desde la gasolinera que se mantenía detrás del recodo del camino por el que derraparíamos. Discutí y grité pero no recuerdo qué dije excepto que necesitaba el teléfono de mi contacto en el dulce sur, que estaría cerca de Baton Rouge o de Nashville o de cualquier otro lugar con luces azules de lupanar. Me esforcé con la operadora repitiendo el nombre del fulano, se lo repetí y me lo repetí a mí mismo para que no se me olvidara por casualidad. Balbuceé y amenacé, le dije mi nombre y su nombre, le di mi posición y mis coordenadas exactas pero ella sólo repetía: “Por motivos de protección de datos, según las leyes federales, no puedo ofrecer la información que me solicita. Siento las molestias” seguramente mascando un chicle gastado por las horas y los días y el aliento de los domingos en misa. Tardé demasiado entretenido con aquella zorra preguntando por las direcciones de todos los prostíbulos en el que el contacto podía esconderse con el dinero y la posibilidad de huir de todo aquel fregado. Sudaba y me atragantaban las palabras y el polvo con el que se me llenaba la boca, eso y el sudor; el polvo recorriéndome el cuello y la camisa, el polvo acumulado entre la glotis y los dientes. La lengua casi paralizada y la voz desahuciada por el cansancio, la locura de hablar con el operador mientras la policía se acercaba igual que una bala de plata directa hasta la cuneta desgastada donde teníamos aparcado el coche. Como por sorpresa, sin ningún tipo de aviso en el aire. K estaba sobre el capó del cupé con el vestido subido por encima de las caderas y los ojos tiernamente cerrados, durmiendo por primera vez desde hacía días, y por fin la cara y los brazos y la entrepierna limpias, el agua todavía se reflejaba al secar contra su piel. Contra su piel y el sol y el polvo levantado por la bala de plata. Aquellas palabras sonaron claras y extrañamente coherentes: “Levanten las manos...la información que solicita...y échense al suelo...está protegida por la constitución...cualquier arma que posean...de los estados unidos...será mejor que la tiren...ahora mismo...ahora mismo...o dispararemos...procederé a finalizar la llamada”. Puedo asegurar que estaba preciosa con la piel tan bronceada y cubierta de polvo y a la vez húmeda todavía por el agua de la manguera que había utilizado para lavarse, lo puedo jurar sobre la constitución.

lunes, 23 de julio de 2007

Marguita

Si he de decirte la verdad Marga te debería confirmar que mi madre tenía razón con lo de que yo soy tonto, pero tonto del todo. No sólo me metí en esta guerra que no tenía ningún sentido, vamos que a mí ni me venía ni me iba; todo lo contrario Marguita. Yo que era un buen estudiante y con la vista como la tenía seguro que conseguía los papeles de incompatibilidad con el servicio activo. Pero no; que yo tenía que mentir al médico y ponerme las lentillas aquellas y al doctorcillo, cuenta se dio el muy hijo de puta, le importó un carajo y puso aquella sonrisa torcida y medio rota, mostrando la paleta delantera ennegrecida por el tabaco, que decía algo como: “Hala chaval, ¿Te quieres ir al frente? Pues tú mismo”. Bueno, ya sé que esto lo sabes y que te lo he repetido hasta la saciedad, pero es que no me quiero despedir sin que lo entiendas. Sin que sepas por mí que si pudiese volver al pasado no hubiera hecho lo mismo y nos hubiéramos casado y todo eso. La cuestión y esto es lo que no sabes es que fui todavía más tonto con el tiempo. Cuando estuve en el frente, no al principio, sino cuando me mandaron al este que fue poco antes de la navidad. ¿Lo recuerdas? En noviembre fue la última vez que nos vimos y tú me fuiste a despedir a la estación con un vestido suelto de color amarillo amapola y los pantalones vaqueros y cortos por debajo. Yo ya te había dicho que no me destinaban al mismo acuartelamiento, que me redistribuían con parte de mi unidad a una misión de observación en el este. ¿Recuerdas todo esto? La noche anterior fuimos a casa de mi amigo y dormimos en la cama que le quedaba libre. Joder como me acordé luego de tus besos y de tus pechos y de todo eso. Lo que ocurre es que nada más llegar al nuevo destino ya nos avisaron que esto era cerrojo, que era lo peor entre lo peor. El Marcial llegó y nos explicó que estábamos para pagar el pato. Yo no te dije nada porque no te quería preocupar y me inventaba en las cartas cientos de heroicidades que eran más falsas que judas y es que tenía la cabeza comida por no sé qué y creía que así iba a conseguir algo en la vida. Quizás buscaba respeto cuando lo que tenía que haber buscado es un sitio tranquilo donde poder vivir los dos juntos. Lo que te decía, el Marcial, que era un sargento de la zona más avispado que todos nosotros juntos nos lo dijo a los nuevos desde el principio. Que la zona de los valles era una trampa para bobos, que al enemigo no le interesaba tomar esta posición porque no era un punto estratégico y que a los nuestros sólo les interesaba tenernos aquí para poder poner el color de su bandera en aquella zona cuando echaban por la televisión los malditos partes de guerra. La cuestión es que yo me reí de él con todos los demás, que pensaban que cómo iban a mantener nuestros generales tantos hombres en esta zona de mierda siendo necesarios en el frente norte o en la defensa de la capital; que aquello era ridículo, que nuestro presidente era un patriota. Yo es que me pegaría ahora con algo en los dientes y me los rompía todos de lo tonto que fui.
La cuestión es que el tipo tenía razón. Aquello no era defensa ni era nada. Nos distribuyeron en parejas por todos los valles de aquella tierra cortada por el frío y nos dejaron ahí para que avisásemos si venía el enemigo. Pero yo enemigo no vi ni uno, por lo menos hasta el final. Lo que no paré de ver fue nieve con Ricardo. Primero una nieve blanda que se posaba en los arboles pelados de hojas y lo cubría todo pero luego empezaron las heladas y la nieve caía que daba miedo, ora a golpes como piedras ora a cuchilladas traperas, y yo que no tenía papel, ni de fumar ni para escribirte y menos un ordenador para mandarte un correo. Se suponía que tendríamos que recibir un enlace cada semana para el abastecimiento mas allá no llegó ni un alma. Ricardo, que olía a perro quemado, y yo embobados mirando la nieve era la estampa. La cosa es que no sentíamos miedo ni nada parecido sino que teníamos la sensación de estar fuera del mundo. Todo blanco y un frío de mil demonios que no se nos quitaba del cuerpo ni con agua hirviendo en aquella caseta mal montada que habitamos en la cuna del collado que daba al valle. Mirábamos ambos por la ventana empañada y fumábamos maderas resecas contra los mitones descosidos esperando que apareciese un tanque o un helicóptero o una maldita columna de infantería, con los fusiles al hombro y el uniforme blanco de campaña en nieve, y lo peor es que los dos sabíamos que aquello no ocurriría. Que el Marcial tenía razón y por eso mismo ni encendíamos la radio, así que ninguno quería saber la verdad, porque era mejor quedarse en blanco y seguir mirando por la ventana a la caza de algún conejo estúpido. La noche que nos enteramos de lo que ya sabíamos observamos en el cielo unas luces rojas y naranjas abriéndose paso en la noche. Parecían frutas peladas para macedonia colgadas del cielo con chinchetas. Ambos echamos una mirada a la radio con recelo, tardamos más de una hora en encenderla, los dos sin hablar y mirando de hito en hito, que si la radio que si el otro; yo tenía un presentimiento funesto que me subía del estómago igual que las arcadas. Ese fue el momento justo en el que supe que la había cagado pero bien y que ya no me iba a casar contigo, ni a volverte a follar y que seguramente tú te casarías con otro al tiempo. Casi pegué al Ricardo de impotencia. Al encender la radio esta escupió entre ruidos eléctricos que la jefatura se había rendido y que la comandancia había huido al norte con los ejércitos supervivientes haciendo brecha a la desesperada. Se decía que los barcos de la armada estaban preparándose para desalojar a las tropas en la costa pero no se decía nada de nosotros. Porque el oeste llevaba perdido meses pero nosotros seguíamos aquí y no se nos mencionó ni una vez. Así que lo supimos de inmediato. Vimos claro como el agua que se habían olvidado completamente de nosotros pero los que no iban a tener tan mala memoria eran los otros, no, esos no, esos iban a tenderle el puente de plata al enemigo que huye pero luego a pagar toda la mala leche concentrada de tres años con los imbéciles del frente este. Ricardito y yo teníamos tal congoja que ni cominos en semana y media de lo apretujados que queríamos estar dentro de la caseta, nos colocamos cada uno en una esquina y ni un milímetro nos movimos, bien pegados los dos contra la madera helada y la cabeza gacha, a veces llorando de impotencia. Lo peor fue que ni siquiera mandaron tropas a someternos, lo único que hicieron los otros fue enviar camiones enormes con cinco o seis soldados que nos fueron recogiendo valle por valle como a borregos perdidos. Ni nos apuntaban con los rifles los muy cabrones. Sólo nos hirieron con las risas y las guasas. Yo es que, Marguita, fui estúpido y ya me lo dijiste tú; que si me iba a la guerra lo nuestro iba a acabar mal. Joder y tan mal, Marga, que seguro mañana me fusilan; los muy hijos de su madre me han dado papel para escribir, un paquete de tabaco liado, una cena decente, con filete y patatas, cerveza, sacristán y la hostia consagrada. Pero lo que más me ha jodido es lo de la medalla, te crees tú que van y me dan una de sus medallas por méritos de guerra, me han dicho que apunte tú nombre que te pasarán una pensión, aunque no estuviéramos casados, y venga a reír que se han puesto. Al final he aceptado porque ya he hecho mucho el imbécil en esta vida y si tú te puedes llevar unas pelas a costa de mi dignidad pues que más da. Si razón tienen, que más que luchar lo que hemos hecho es pagar el pato y pastar en los valles aquellos de mierda como ovejas y los otros, exiliados, rompiéndose la camisa de dolor pero bien follados y comidos ¡Qué no hay derecho Marguita, qué no lo hay!

jueves, 19 de julio de 2007

Felación

Alguien se habrá dado cuenta de que llevo más de dos semanas de vacaciones, puede que tres, y para ser sincero no han sido sólo unas vacaciones normales. Han sido mucho más que eso. Han sido festividades sexuales y mentales, vacaciones prendidas detrás del calor viendo el tiempo pasar a lo largo y ancho de mi cuerpo estrecho y tibio, de mi vello y de mis entrañas. No he hecho casi nada excepto mantener la cabeza bien oculta detrás de la jara y del bog con todos mis sentidos puestos sobre el movimiento y la esencia de la verdad verdadera, valga la redundancia, o realmente la verdad de la verdad. La esencia de la no mentira. Citando a Hobbes: “El hombre es incapaz de la mentira, sus palabras, o su lenguaje, es el que miente”. Hoy he leído y he despertado, por lo menos un poco de mi atropello de sexo y estío, luego he enganchado el delicado sonido del trueno en mi reproductor de música hi-fi, super cuadraphonic y estoy dispuesto a lanzarme a través de la gran extensión entre vosotros y yo. El lenguaje, generalizando, consiste en relacionar de forma compleja etiquetas asociadas a elementos que pertenecen a nuestro pensamiento. La palabra árbol es una representación directa que nos permite generalizar y utilizar el concepto árbol que hemos obtenido de una generalización abstracta gracias a los sentidos. De hecho, sin el uso verbal, nuestro aprendizaje estaría francamente comprometido ya que las relaciones que hemos etiquetado con la palabra árbol debería ser realizadas de nuevo cada vez que nuestros sentidos procesasen árbol. De esta forma presuponemos que el árbol es un ser inmóvil, normalmente con hojas verdes y que se estira para arriba desde el suelo. Todo lo que sabemos de los arboles tendría que ser vuelto a aprender sino existiese árbol – la palabra si así lo queremos etiquetar -. Un elemento cualquiera de nuestra conversación realiza, simplificando, una relación entre sendas etiquetas con algún símbolo lógico o no de relación. Así como en matemáticas el símbolo pertenece implica que el primer elemento está totalmente incluido en el segundo, el verbo ser en ciertas connotaciones implica exactamente lo mismo. Por ejemplo en : “El hombre es un animal” lo que estamos haciendo es indicar que el primer elemento pertenece o está contenido en la segunda categoría. Lo que hace al lenguaje un elemento mucho más complejo es que: primero, una misma etiqueta de relación puede relacionar de forma distinta elementos dependiendo de los elemento en cuestión (Como es lógico el verbo no indica lo mismo – no es la misma relación lógica – en “Yo soy español” que “Yo soy tuyo” y ciertamente la única diferencia viene del elemento B); segundo, existen infinidad de posibles etiquetas de relación. De esta forma el verbo ser puede indicar inclusión, existencia, esencia y un abrumador número de posibles relaciones entre el elemento A y el elemento B. Todo esto sin tener en cuenta que el lenguaje humano normal permite relaciones cruzadas, relaciones entre múltiples elementos e incluso distinguir entre las distintas relaciones con frases muy sencillas. Se dice que una frase es verdad cuando la relación que se establece coincide con la serie de pensamientos o relaciones mentales del hablante o mejor dicho del "lenguajeante" ya que el lenguaje no incluye sólo el habla. Para simplificar más si queréis: cuando coincide con la realidad. El asunto es que el hombre no miente – por supuesto ni la mujer, no estoy hablando en genero – sino que como mucho erra. Entendámonos; si yo le digo a una mujer en la cama que la quiero porque observo que necesita que se lo diga para poder acostarme con ella y yo estoy realmente interesado en el polvo, pues voy y se lo digo. La frase, lo que yo he dicho es mentira. Pero pensemos atentamente en el pensamiento que se ha encadenado en mi cabeza. Ella necesita algo, que le diga que la quiero ergo si quiero obtener lo que necesito, tengo que decirlo. El desarrollo mental nunca es falso - el desarrollo ha expresado la relaidad del "lenguajeante" - sino que como mucho es equivocado, ojo erróneo, ya que puede que la chica se acueste igual contigo sino dices nada. El lenguaje miente pero nosotros no nos podemos mentir a nosotros mismo. Cuando decimos algo que no es verdad si sabemos que no es verdad a nosotros mismo nos hemos dicho la verdad y si era verdad la única forma de que fuese mentira es que estuviésemos equivocados. Yo soy tan incapaz de ser falso como de no ser yo, lo único que puedo hacer es que mis palabras sean falsas por mí.


Por casualidad he pensado en lo mucho que se parecen las palabras hablar y felación. Me imaginé que por algún capricho del destino podían provenir del mismo término latino. Mi gozo ha caído en un pozo al comprobar que felación proviene, esto si lo sabía, de felatio (mamar) pero hablar proviene de fabulari que desgraciadamente no es lo mismo. Lastima. Esto debe querer decir que las felaciones no mienten lo que podría ser francamente interesante. Increíblemente interesante.