lunes, 10 de septiembre de 2007

El Tampón Asesino

Dedicado a J.J.C.A

a.k.a Chuso



Nada más apagar el motor salió el inspector del coche sin atender a la llovizna que marcaba el parabrisas cadenciosamente ni las figuras oscuras que se intuían saliendo de portales lejanos dirigidas en sueños hacia trabajos aun más lejanos, a kilómetros de distancia, a miles de paradas y de intercambios entre trenes y autobuses y tranvías y demás medios. Todo era azul oscuro pues no estaba amaneciendo y quizás, según las previsiones, hoy apenas amanecería detrás de las densas nubes que cubrirían el cielo mientras el inspector durmiese después de la guardia; si dormía. Puede que no lo hiciese.

Subió la cuesta que le separaba del portal, no más de quince metros, con paso lento, los pies casi arrastrados sobre el adoquinado, sin esquivar las grietas, los socavones ni los escuálidos charcos embarrados. Sin evitar nada se dirigió en una linea recta, el corpachón oscilante y las manos en los bolsillos, un portafolios bajo la axila derecha, sobrepasando la puerta y su cierre, las escaleras sucias ausentes de ascensor y la propia puerta de su piso estrecho y sin luz hasta que prendió únicamente la del salón, ninguna luz más necesitó para llegar a la sala pues se sabía desenvolver sin problemas en tinieblas.

Prendió un cigarrillo a medio consumir y se echó un sorbo de café frío que encontró sobre la mesa lacada auxiliar del sillón, luego la habitación repleta, muebles blandos de plástico todos colocados, como en un zigurat, en dirección a la televisión empotrada en una amplia librería repleta de fotografías y volúmenes enciclopédicos, revistas y libros esparcidos, torcidos unos sobre otros. La ceniza del cigarrillo caía sobre el pecho y el portafolios más el inspector no parecía darse cuenta, los ojos se le habían quedado anclados a la oscuridad del pasillo, la barbilla un poco ladeada y las bolsas en los ojos le hacían parecer más viejo y cansado, más perdido que un enfermo y la ceniza seguía precipitándose contra el portafolios marrón y la camisa blanca sudada en las axilas.

Cuando reaccionó el cigarrillo ya se había consumido y sin quitarse la ceniza de encima depositó incompetentemente con la mano derecha la colilla en un cenicero metálico mientras la izquierda se afanaba en abrir el cierre dorado del cartera de la que consiguió sacar, solo al ayudarse con la mano derecha, un hatillo de folios del que se desprendían fotografías y pequeñas notas hechas en post-it amarillos y naranjas. Los papeles salían del portafolios arrugados pero en un abrir y cerrar de ojos el tipo los golpeaba según eran extraídos para que se amoldasen al paquete sobre sus manos.

Aunque ojeaba continuamente cada una de las páginas y subrayaba casi continuamente en rojo palabras y párrafos enteros la cara del policía se mostraba distraída y a cualquiera se le hubiera ocurrido que era un trabajo que ya había hecho miles de veces y que podía pensar en cualquier otra cosa mientras lo hacía, mientras resaltaba y seguía adelante, quizás tomando notas mentales de lo importante. Y así era ciertamente pues el policía leía “Muerte por deflagración de artefacto explosivo de baja potencia, casero, en el conducto vaginal...estudio preliminar...la deflagración no produjo la muerte – subrayado – sino la perdida de sangre por haber quedado dañada la zona inguinal y el sistema de riego sanguíneo del aparato reproductor...afectado también el colon y la uretra...servicios sanitarios acudieron y se le practicaron primeros auxilios...” y a la vez en su cabeza resonaba debería haberme casado pero no encontré con quién; Salgado habla demasiado y hoy se ha pasado con lo de que soy un solterón vicioso, yo quería tener hijos y una mujer pero ninguna me gustó lo suficiente y luego va y me pregunta que cómo me gustan a mí las mujeres...ha sido vergonzoso cuando no he podido responder y Salgado y el bravucón de Miguel no han parado de reír delante de todo el mundo ¡Cuanto me hubiera gustado haberles respondido! Si sólo hubiera sabido qué decir. Y el bolígrafo rojo seguía marcando hojas y párrafos igual que si hubiera sido un extraño pájaro con un pico de tinta, algo vivo en las manos pequeñas y velludas que a veces se detenían para alcanzarle a la boca un poco de café u otro cigarrillo que se encendía también casi solo entre el revuelo de papeles que caían y tenían que volver a ser llevados al regazo, una y otra vez, colocados de nuevo por esas manos expertas “Hora de la muerte 22:30 aproximadamente, en la U.C.I móvil...a quinientos metros de la entrada del hospital...perdida de sangre masiva” Dios mío, solo a quinientos metros, pobrecilla “El artefacto a falta de un estudio preliminar es un ingenioso mecanismo casero realizado sobre la base de un tampón común. El detonante parece haber sido construido sobre un circuito con un capacitor de pequeño tamaño y un aislante soluble que al contacto con el flujo cerró el circuito y permitió la ignición de una mínima carga de algún explosivo plástico. Gran parte del tampón...” El hombre aún sentado paró un momento la lectura y con los dedos índice y gordo se frotaba los ojos, rebuscó en la cartera unas gafas que se colocó muy despacio embobado por el simple acto de hacer algo que no fuese leer Claro que sé cómo me gustan las mujeres y por supuesto que me gustan. Haber...pensándolo bien...me agradaría un mujer pequeña que solo vistiese vestidos estampados, que bebiera gin-tonics por la tarde y que de noche solo probase los refrescos. Me agradaría que no fuera muy delgada ya que los vestidos les quedan mejor a las chicas con curvas. Me encantaría que hablase poco, que disfrutase del silencio y que tuviera unos ojos fríos y claros; que comiese poco y que gustase dormir mucho para poderla ver todo el tiempo que quisiera dormida. Me parecería bien que fumase pero que no mucho y que consumiera cigarrillos caros, quizás sin boquilla o muy alargados, con unas manos bonitas, la piel tendría que ser tibia, ni muy morena ni blanca pero siempre muy cuidada y por supuesto que no llevase muchas joyas; puede que pendientes y quizás un pequeño anillo. Mejor si es de plata, muy fino, quizás intrincado pero pequeño. No me importa si el pelo es largo o corto y tampoco me importa que conduzca bien o si fuese gruñona al despertar. Estaría bien si tuviese jaquecas de vez en cuando y se viese obligada quedarse quieta en la oscuridad, dentro de casa, sentada o tumbada, fumando muy despacio...comiera poco, casi todo verdura y fruta y que se mordiera de vez en cuando las uñas y gritara a su madre por teléfono y luego llorase un poco para acabar arreglándolo, también entre lágrimas, a los cinco minutos. Creo que lo que más me gustaría es que viese películas de John Wayne los domingos por la tarde y que solo leyese novelas de John Le Carré antes de dormir. Eso estaría muy bien. “Gran parte del tampón estaba recubierto, excepto el extremo ovalado, de una pátina plástica o cerosa lo que provocó junto con las paredes vaginales que la explosión se concentrase hacia delante quedando dañada la cavidad uterina en mayor grado...perfil sicológico...Martín Delgado...estado civil soltero, treinta y un años, nacido en Madrid el tres de marzo de mil novecientos setenta y seis. Profesión, por supuesto, químico; actualmente empleado en una fábrica de jabones...” Este tío lo que es es un hijo de puta, sabía perfectamente que le íbamos a cazar pero le daba igual, ni siquiera se la cargó en un arrebato, lo único que quería era destrozarla, provocar el mayor daño posible. Un bastardo.

El inspector apoyó la cabeza en la oreja izquierda del sillón y apagó, estirando y contorsionando la mano, la luz de la lámpara de estudio que iluminaba la habitación desde la mesilla auxiliar. Desde la calle se oía a un grupo de hombres cantar algo indistinguible en la distancia, la luz se abría paso muy poco a poco, todo seguía demasiado azul todavía, y el inspector pensó que debía ser sábado y se fijó en la canción, muy quieto y concentrado, como si fuese una prueba para sus sentidos impuesta por él mismo hasta que levemente percibió, como un rayo: ¡La cabra, la cabra, la puta de la cabra! Y con la última palabra volvió el silencio. Puede que sea mejor irse a dormir pero no se movió un milímetro y quedó dormido transcurrida una hora con el pelo aprisionado entre su cabeza y el cabecero del sillón con el portafolios sobre los muslos. Años después aún recordaba haber soñado profundamente pero se despertó sin una idea clara sobre el qué. Imágenes de una playa que nunca conoció y de que en ningún lugar del mundo vendían preservativos ni condones. Al bastardo le condenaron a quince años de prisión pero salió mucho, muchísimo antes.

sábado, 1 de septiembre de 2007

I can't swim

I can swim, I can't swim, I can swim, I can't swim

I can swim, I can't swim, I can swim, I can't swim

Well here's a notion, a single idea

The Jesus Lizard – Sea Sick



No puedo nadar;

es una idea sencilla

la de no poder nadar.

Ni en tu cuerpo ni en el mar

y por supuesto tampoco en un río.


No sé nadar en el mar

porque tengo vértigo a la sal

y en los ríos el nivel de glucemia

se me dispara con proyectiles multicolores

olorosos,

perfumados con pólvora china

de abundantes colores.


No sé navegar en tu cuerpo

porque nunca aprendí a hacerlo,

las calvas y los promontorios,

las olas de carne y grasa

batiendo contra el viento de tu sexo,

el pelo arremolinado

contra mis muñecas

no me permiten ni una sola brazada.


No sé nadar

es una idea sencilla digna

del mejor filósofo.

No saber nadar me convierte en algo

casi seco;

en cierta forma más real.


No sé nadar en tu cuerpo

ni entender las mareas ni los peligros.

Puede que haga un curso

y me tenga que pegar con todos los niños

en el nivel de iniciación a braza.

Luego vendrán las notas

y puede que saque la peor puntación

de todas

pero de esta forma

conseguiré que te fijes en el peor nadador

de tu cuerpo.

sábado, 25 de agosto de 2007

Autopista


Tumbados a la vera de la autopista

cubiertos de trigo y demás cereales patrios

el ruido de los coches arrullaba

mientras tocaba tus pechos duros y fríos,

los pezones pendones al viento

áspero.


Mientras tocaba, Laura,

tu sexo reseco e inerte;

mientras recorría tus muslos petrificados

las uñas de tus pies y manos

crecían sin parar.


El pelo sí te vibraba

y los ojos parecían tan llenos de placer

por lo pálidos y fijos que se me mostraban.


Y es que, Laura, estabas muerta

y las uñas te veía estirar

mientras tocaba tu sexo

en una carretera perdida

cubierta de viento.

Muerta y bella cubierta de centeno.

viernes, 24 de agosto de 2007

Boda

Pensaba en casarme con ella mientras sorbía con los labios pintados
de rojo el borde de la lata vacía de coca-cola.

El espíritu era el adecuado con la cola en la mano,
el silencio y las cosas que ocurren habitualmente mirando una autopista
llena de coches y de ruidos.
Polvo y arena por todo alrededor.

Pensé en casarme mas no dije nada,
lo mismo que no abrí la boca sobre la falda que se le había plegado
y dejaba a la vista, Dios mío, aquellos muslos tan llenos
y parte de la ropa interior de calle.
La de diario.

La obligué con el gesto a que se sentase en el suelo
a los pies de mi silla
y puedo jurar que hubiera dado cualquier cosa
para que adorase mi polla
como a una dorada trompeta
estridente al beso de cualquier arcángel.
Creo que por eso dejé lo de la boda.

jueves, 9 de agosto de 2007

Pernaud





Hay algo que me intriga
que está detrás de la sala,
más allá del muro.

El retrete llora pernaud
y yo tengo también mi parte.
Ambos juntamos las penas,
cada uno la suya.
Él mi mierda y yo tus retratos.

Venga que llora y llora,
ese pernaud azul.
Yo me seco con la manga
pequeñas motas de hollín.

No oscuras mas bien blancas;
algo como coca,
un poco insano
hecho a cachos.

Mi retrete llora diversos licores,
mis licores lloran el hielo.
Hay algo detrás del muro
que no es tu mirada.
Puede que sea un vicio,
un poco oculto
pero creo que también roto.

domingo, 29 de julio de 2007

Nico y Coco Chanel sudan en agosto bajo la sombra de la higuera (Dulce es la miel de tus labios)

Despair and Deception, Love's ugly little twins

Came a-knocking on my door, I let them in

Darling, you're the punishment for all of my former sins

I let love in

I let love in

Nick Cave – I Let Love In


Las palabras exactas de la adivina morirás de la forma más triste posible, totalmente solo, sin poder ser observado y sin poder observar tu propia muerte. Tan alcanzado por el vacío que serás incapaz de reconocer la propia realidad de tu muerte taladraron su cabeza durante décadas. El moño oscuro y cerrado, un moño construido antes de las eras del hombre y que no había sido nunca disuelto, el olor característico a fritanga que invadía toda el tenderete cubierto desde el techo con una increíble variedad de telas orientales se instalaron en su memoria por siempre. Así que el hombre durante toda su existencia se protegió de todos y de todas, no hubo muralla que no supiese levantar y fortaleció su corazón con remaches de acero, vigas de hormigón, clavos de hierro dulce y por siempre recordó aquello que dijo a su único amor me alejo de ti porque te temo más que a la vida y a la muerte, para mí el autentico significado del miedo son tus ojos por la mañana antes del café y del sol. Durante toda su vida el hombre sólo confió en la fuerza de sus palabras, en la verdad y belleza que podía destilarse con ellas y, como bien predijo la adivina, murió inconsciente, abrumado por la soledad y sin palabras que poder emitir y comprender. Hasta ellas le traicionaron al final únicamente por un puñado de dolares.

jueves, 26 de julio de 2007

La estrella de televisión descargó en el culo de la cenicienta negra (A song for die)

Toda la sala reía, no sonreían sino que se carcajeaban mientras la cara del presentador de televisión se descomponía y se irritaba, las aletas de la nariz vibrantes y el cuello hinchado y rojo, los mofletes desbocados y la boca totalmente paralizada en un rictus de ignorancia supina, de burro loco y cojo. Todo el mundo estaba allí, todo el que era alguien en la televisión, los productores y las presentadoras pechugonas, los cámaras y los de realización porque el juicio iba de sexo en televisión y nadie se quiere perder ningún tipo de sexo. Aunque sea de oídas. La sala ya había roto a reír en varias ocasiones, los mozos se levantaban y chillaban como monos y las mujeres se volvían histéricas con su papada creciendo y decreciendo ante la ausencia del maquillaje habitual con el que las percibimos mas esta había sido la definitiva, la risa consciente, la risa del ridículo y de ver al presentador de máxima audiencia con cara de animal, la risa que olía a victoria y envidia. Todo el caso surgió de la emisión, una noche cualquiera, de unas imágenes en el plató desierto donde se gravaba el noticiario nocturno en el que el presentador perfecto jugueteaba con el culo de la señora negra de la limpieza, esta con las faldas llegándole hasta el cogote, los carrillos fuertemente picados y los gruesos labios en continuas vibraciones y oleadas de placer, hasta que, después de unos dos minutos de continuo machaqueo, el tipo se descargó entero sobre la espalda ya desnuda de la mujer. El bochorno del hombre al saber que las imágenes habían sido grabadas y después emitidas o mejor dicho emitidas mientras se grababan no tuvo límite, igual que ilimitadas fueron las exclusivas de la mujer al separarse, igual que el despido fulgurante y la acusación por parte de la asociación de mujeres trabajadoras y la asociación de mujeres inmigrantes y hasta la asociación para la defensa de las libertades civiles. Cuando el revuelo pasó y el locutor de moda en crisis no tenía donde caerse muerto excepto en un mal programa del corazón decidió denunciar al regidor y al productor que le habían jugado la mala pasada de interrumpir la serie de ficción nacional de los jueves por la noche para emitir la escenita de sexo anal de marras la cual había marcado el máximo de audiencia anual de toda la televisión. Durante el juicio la defensa, protegida por el aluvión de estrellas televisivas que acudían como perros en defensa de sus dueños, adujo contratos de exclusividad firmados por el demandante y que el presentador sabía que allí había cámaras y que aquello era como follar en la playa y esperar que nadie te viese, se comentó que la emisión estaba permitida ya que eran más de las doce y que el productor que admitió estar en la sala de control cuando el realizador percibió que algo se cocía en plató y que al ver la toma de la cámara encendida decidió obrar en favor de la cadena con la emisión en abierto del berenjenal. El material emitido se reprodujo en el juicio a todo color y con un cañón proyectando contra la pared central sepia. Se pudo ver a la máxima resolución y a cámara lenta la cara de placer y éxtasis del presentador al escurrir las últimas gotas perladas del prepucio para desprenderlas contra la espalada de la trabajadora guineana disfrazada, por exigencias del guión, con el camisón azul de las empleadas de la limpieza. Durante todo el juicio se comprobó a través de las fotos de las revistas la descomposición progresiva pero a la vez irreversible en la dignidad del nuevo bufón real del mundo del espectáculo. La guinda final fue el veredicto del juez con el salomónico si lo que quieren es sexo y la televisión está corrompida, si con lo que comerciáis es con la imagen y lo más podrido del hombre, cuando las imágenes que emitáis sean las vuestras no acudáis a la justicia pidiendo favores. Y entonces declaró inocentes a los dos cabroncetes que mientras se tomaban un güisqui emitieron sexo en televisión, al presentador con la cenicienta negra y el batín azul a cuadros blancos y luego, creyéndose el orondo juez fuera de micrófono: la verdad que no sé por qué tanto revuelo, la tía si estaba como un queso, pero él la tiene del tamaño de un playmobil. Eso no es sexo en televisión ni nada. Sólo pulgas cachondas para el circo. Con eso la gente rió y se revolcó en el suelo, camerinos y lamé, silicona y gomina mezclada con corbatas de Prada en el suelo de tarima flotante de un juzgado cualquiera.

martes, 24 de julio de 2007

Operator

Operator, can you help me, help me if you please.

Give me the right area code and the number that I need.

My rider left upon the Midnight Flyer,

Singin' like a summer breeze.”

The Grateful Dead - Operator



Lo que más me sorprendió, ya apretado como un animal acorralado en el asiento del cupé, del tacto de la sangre fue su continuidad, la húmeda y cálida y a la vez reconfortante sensación de su permanencia entre mis manos aun debajo de las uñas; recorriendo mis antebrazos incluso horas después del asesinato. Luego desperté del ensueño en el que me dejó la adrenalina con un fuerte dolor de cabeza y rodeado de campos de centeno y cebada mortalmente húmedos también; la zona era terriblemente húmeda y fría, los faros del coche revelaban al claro oscuro nubes de mosquitos adocenados y el vaho elevándose desde el suelo. Se producía, el vaho, por la diferencia térmica en una zona como aquella entre las capas altas de la atmósfera, más frías y la tierra excesivamente húmeda, pantanosa, cubierta de serpientes y reptiles de ojos desorbitados, cálida, templada todavía por efecto de ese típico sol pálido que nos cubre por estas zonas en invierno. Me fijé que K estaba completamente cubierta por la sangre de aquel tipo, la del cadáver y la suya, mezcladas; no únicamente el vestido y los brazos y la cara, sino también la entrepierna y la parte interna de los muslos. Su cara estaba apagada y el tono de piel se acercaba al de la tierra, algo parecido a lo que uno se imagina del barro templado por el gua después de ser expulsado por la chimenea de un volcán. Pura ceniza. Tenía la cara color ceniza, los muslos cargados de sangre reseca y desconchada que se iba prendiendo de la tapicería de los asientos y me imaginé que volvíamos a casa del hospital y que ella había tenido un hijo y yo había sido el típico padre primerizo y atontado que se había desmayado en el parto y ahora tenía que ser llevado a casa por su mujer. Decidí que era mejor salir del barrizal y olvidar los mosquitos y se lo hice saber a K que asintió sin esfuerzo igual que si aquello no fuera con ella; a una distancia de mil kilómetros se encontraba su cara y todos los defectos de la piel que brillaban y bailaban a la luz pálida de los focos del coche alquilado. Antes de ser detenidos conseguimos mantenernos más de dos mil quinientos veinticinco kilómetros en la carretera sin parar un segundo excepto para repostar. Nuestras caras y cuerpos parecían envejecer a la velocidad exacta del coche y evitábamos mirarnos con tanta ansia que aunque nuestros ojos se hubieran enfocado no hubiéramos vista nada más que luz y retazos de sombra. Poco antes de ser detenidos dormimos en un campo totalmente distinto, una campa reseca, mantenida por Dios a base de arenisca y escorpiones, que parecía sostenerse en un barbecho eterno en el que los hierbajos dominaban la vista arrancando la vida hasta a los cactos más duros y resistentes. Conseguí enlazar con la operadora desde la gasolinera que se mantenía detrás del recodo del camino por el que derraparíamos. Discutí y grité pero no recuerdo qué dije excepto que necesitaba el teléfono de mi contacto en el dulce sur, que estaría cerca de Baton Rouge o de Nashville o de cualquier otro lugar con luces azules de lupanar. Me esforcé con la operadora repitiendo el nombre del fulano, se lo repetí y me lo repetí a mí mismo para que no se me olvidara por casualidad. Balbuceé y amenacé, le dije mi nombre y su nombre, le di mi posición y mis coordenadas exactas pero ella sólo repetía: “Por motivos de protección de datos, según las leyes federales, no puedo ofrecer la información que me solicita. Siento las molestias” seguramente mascando un chicle gastado por las horas y los días y el aliento de los domingos en misa. Tardé demasiado entretenido con aquella zorra preguntando por las direcciones de todos los prostíbulos en el que el contacto podía esconderse con el dinero y la posibilidad de huir de todo aquel fregado. Sudaba y me atragantaban las palabras y el polvo con el que se me llenaba la boca, eso y el sudor; el polvo recorriéndome el cuello y la camisa, el polvo acumulado entre la glotis y los dientes. La lengua casi paralizada y la voz desahuciada por el cansancio, la locura de hablar con el operador mientras la policía se acercaba igual que una bala de plata directa hasta la cuneta desgastada donde teníamos aparcado el coche. Como por sorpresa, sin ningún tipo de aviso en el aire. K estaba sobre el capó del cupé con el vestido subido por encima de las caderas y los ojos tiernamente cerrados, durmiendo por primera vez desde hacía días, y por fin la cara y los brazos y la entrepierna limpias, el agua todavía se reflejaba al secar contra su piel. Contra su piel y el sol y el polvo levantado por la bala de plata. Aquellas palabras sonaron claras y extrañamente coherentes: “Levanten las manos...la información que solicita...y échense al suelo...está protegida por la constitución...cualquier arma que posean...de los estados unidos...será mejor que la tiren...ahora mismo...ahora mismo...o dispararemos...procederé a finalizar la llamada”. Puedo asegurar que estaba preciosa con la piel tan bronceada y cubierta de polvo y a la vez húmeda todavía por el agua de la manguera que había utilizado para lavarse, lo puedo jurar sobre la constitución.

lunes, 23 de julio de 2007

Marguita

Si he de decirte la verdad Marga te debería confirmar que mi madre tenía razón con lo de que yo soy tonto, pero tonto del todo. No sólo me metí en esta guerra que no tenía ningún sentido, vamos que a mí ni me venía ni me iba; todo lo contrario Marguita. Yo que era un buen estudiante y con la vista como la tenía seguro que conseguía los papeles de incompatibilidad con el servicio activo. Pero no; que yo tenía que mentir al médico y ponerme las lentillas aquellas y al doctorcillo, cuenta se dio el muy hijo de puta, le importó un carajo y puso aquella sonrisa torcida y medio rota, mostrando la paleta delantera ennegrecida por el tabaco, que decía algo como: “Hala chaval, ¿Te quieres ir al frente? Pues tú mismo”. Bueno, ya sé que esto lo sabes y que te lo he repetido hasta la saciedad, pero es que no me quiero despedir sin que lo entiendas. Sin que sepas por mí que si pudiese volver al pasado no hubiera hecho lo mismo y nos hubiéramos casado y todo eso. La cuestión y esto es lo que no sabes es que fui todavía más tonto con el tiempo. Cuando estuve en el frente, no al principio, sino cuando me mandaron al este que fue poco antes de la navidad. ¿Lo recuerdas? En noviembre fue la última vez que nos vimos y tú me fuiste a despedir a la estación con un vestido suelto de color amarillo amapola y los pantalones vaqueros y cortos por debajo. Yo ya te había dicho que no me destinaban al mismo acuartelamiento, que me redistribuían con parte de mi unidad a una misión de observación en el este. ¿Recuerdas todo esto? La noche anterior fuimos a casa de mi amigo y dormimos en la cama que le quedaba libre. Joder como me acordé luego de tus besos y de tus pechos y de todo eso. Lo que ocurre es que nada más llegar al nuevo destino ya nos avisaron que esto era cerrojo, que era lo peor entre lo peor. El Marcial llegó y nos explicó que estábamos para pagar el pato. Yo no te dije nada porque no te quería preocupar y me inventaba en las cartas cientos de heroicidades que eran más falsas que judas y es que tenía la cabeza comida por no sé qué y creía que así iba a conseguir algo en la vida. Quizás buscaba respeto cuando lo que tenía que haber buscado es un sitio tranquilo donde poder vivir los dos juntos. Lo que te decía, el Marcial, que era un sargento de la zona más avispado que todos nosotros juntos nos lo dijo a los nuevos desde el principio. Que la zona de los valles era una trampa para bobos, que al enemigo no le interesaba tomar esta posición porque no era un punto estratégico y que a los nuestros sólo les interesaba tenernos aquí para poder poner el color de su bandera en aquella zona cuando echaban por la televisión los malditos partes de guerra. La cuestión es que yo me reí de él con todos los demás, que pensaban que cómo iban a mantener nuestros generales tantos hombres en esta zona de mierda siendo necesarios en el frente norte o en la defensa de la capital; que aquello era ridículo, que nuestro presidente era un patriota. Yo es que me pegaría ahora con algo en los dientes y me los rompía todos de lo tonto que fui.
La cuestión es que el tipo tenía razón. Aquello no era defensa ni era nada. Nos distribuyeron en parejas por todos los valles de aquella tierra cortada por el frío y nos dejaron ahí para que avisásemos si venía el enemigo. Pero yo enemigo no vi ni uno, por lo menos hasta el final. Lo que no paré de ver fue nieve con Ricardo. Primero una nieve blanda que se posaba en los arboles pelados de hojas y lo cubría todo pero luego empezaron las heladas y la nieve caía que daba miedo, ora a golpes como piedras ora a cuchilladas traperas, y yo que no tenía papel, ni de fumar ni para escribirte y menos un ordenador para mandarte un correo. Se suponía que tendríamos que recibir un enlace cada semana para el abastecimiento mas allá no llegó ni un alma. Ricardo, que olía a perro quemado, y yo embobados mirando la nieve era la estampa. La cosa es que no sentíamos miedo ni nada parecido sino que teníamos la sensación de estar fuera del mundo. Todo blanco y un frío de mil demonios que no se nos quitaba del cuerpo ni con agua hirviendo en aquella caseta mal montada que habitamos en la cuna del collado que daba al valle. Mirábamos ambos por la ventana empañada y fumábamos maderas resecas contra los mitones descosidos esperando que apareciese un tanque o un helicóptero o una maldita columna de infantería, con los fusiles al hombro y el uniforme blanco de campaña en nieve, y lo peor es que los dos sabíamos que aquello no ocurriría. Que el Marcial tenía razón y por eso mismo ni encendíamos la radio, así que ninguno quería saber la verdad, porque era mejor quedarse en blanco y seguir mirando por la ventana a la caza de algún conejo estúpido. La noche que nos enteramos de lo que ya sabíamos observamos en el cielo unas luces rojas y naranjas abriéndose paso en la noche. Parecían frutas peladas para macedonia colgadas del cielo con chinchetas. Ambos echamos una mirada a la radio con recelo, tardamos más de una hora en encenderla, los dos sin hablar y mirando de hito en hito, que si la radio que si el otro; yo tenía un presentimiento funesto que me subía del estómago igual que las arcadas. Ese fue el momento justo en el que supe que la había cagado pero bien y que ya no me iba a casar contigo, ni a volverte a follar y que seguramente tú te casarías con otro al tiempo. Casi pegué al Ricardo de impotencia. Al encender la radio esta escupió entre ruidos eléctricos que la jefatura se había rendido y que la comandancia había huido al norte con los ejércitos supervivientes haciendo brecha a la desesperada. Se decía que los barcos de la armada estaban preparándose para desalojar a las tropas en la costa pero no se decía nada de nosotros. Porque el oeste llevaba perdido meses pero nosotros seguíamos aquí y no se nos mencionó ni una vez. Así que lo supimos de inmediato. Vimos claro como el agua que se habían olvidado completamente de nosotros pero los que no iban a tener tan mala memoria eran los otros, no, esos no, esos iban a tenderle el puente de plata al enemigo que huye pero luego a pagar toda la mala leche concentrada de tres años con los imbéciles del frente este. Ricardito y yo teníamos tal congoja que ni cominos en semana y media de lo apretujados que queríamos estar dentro de la caseta, nos colocamos cada uno en una esquina y ni un milímetro nos movimos, bien pegados los dos contra la madera helada y la cabeza gacha, a veces llorando de impotencia. Lo peor fue que ni siquiera mandaron tropas a someternos, lo único que hicieron los otros fue enviar camiones enormes con cinco o seis soldados que nos fueron recogiendo valle por valle como a borregos perdidos. Ni nos apuntaban con los rifles los muy cabrones. Sólo nos hirieron con las risas y las guasas. Yo es que, Marguita, fui estúpido y ya me lo dijiste tú; que si me iba a la guerra lo nuestro iba a acabar mal. Joder y tan mal, Marga, que seguro mañana me fusilan; los muy hijos de su madre me han dado papel para escribir, un paquete de tabaco liado, una cena decente, con filete y patatas, cerveza, sacristán y la hostia consagrada. Pero lo que más me ha jodido es lo de la medalla, te crees tú que van y me dan una de sus medallas por méritos de guerra, me han dicho que apunte tú nombre que te pasarán una pensión, aunque no estuviéramos casados, y venga a reír que se han puesto. Al final he aceptado porque ya he hecho mucho el imbécil en esta vida y si tú te puedes llevar unas pelas a costa de mi dignidad pues que más da. Si razón tienen, que más que luchar lo que hemos hecho es pagar el pato y pastar en los valles aquellos de mierda como ovejas y los otros, exiliados, rompiéndose la camisa de dolor pero bien follados y comidos ¡Qué no hay derecho Marguita, qué no lo hay!

jueves, 19 de julio de 2007

Felación

Alguien se habrá dado cuenta de que llevo más de dos semanas de vacaciones, puede que tres, y para ser sincero no han sido sólo unas vacaciones normales. Han sido mucho más que eso. Han sido festividades sexuales y mentales, vacaciones prendidas detrás del calor viendo el tiempo pasar a lo largo y ancho de mi cuerpo estrecho y tibio, de mi vello y de mis entrañas. No he hecho casi nada excepto mantener la cabeza bien oculta detrás de la jara y del bog con todos mis sentidos puestos sobre el movimiento y la esencia de la verdad verdadera, valga la redundancia, o realmente la verdad de la verdad. La esencia de la no mentira. Citando a Hobbes: “El hombre es incapaz de la mentira, sus palabras, o su lenguaje, es el que miente”. Hoy he leído y he despertado, por lo menos un poco de mi atropello de sexo y estío, luego he enganchado el delicado sonido del trueno en mi reproductor de música hi-fi, super cuadraphonic y estoy dispuesto a lanzarme a través de la gran extensión entre vosotros y yo. El lenguaje, generalizando, consiste en relacionar de forma compleja etiquetas asociadas a elementos que pertenecen a nuestro pensamiento. La palabra árbol es una representación directa que nos permite generalizar y utilizar el concepto árbol que hemos obtenido de una generalización abstracta gracias a los sentidos. De hecho, sin el uso verbal, nuestro aprendizaje estaría francamente comprometido ya que las relaciones que hemos etiquetado con la palabra árbol debería ser realizadas de nuevo cada vez que nuestros sentidos procesasen árbol. De esta forma presuponemos que el árbol es un ser inmóvil, normalmente con hojas verdes y que se estira para arriba desde el suelo. Todo lo que sabemos de los arboles tendría que ser vuelto a aprender sino existiese árbol – la palabra si así lo queremos etiquetar -. Un elemento cualquiera de nuestra conversación realiza, simplificando, una relación entre sendas etiquetas con algún símbolo lógico o no de relación. Así como en matemáticas el símbolo pertenece implica que el primer elemento está totalmente incluido en el segundo, el verbo ser en ciertas connotaciones implica exactamente lo mismo. Por ejemplo en : “El hombre es un animal” lo que estamos haciendo es indicar que el primer elemento pertenece o está contenido en la segunda categoría. Lo que hace al lenguaje un elemento mucho más complejo es que: primero, una misma etiqueta de relación puede relacionar de forma distinta elementos dependiendo de los elemento en cuestión (Como es lógico el verbo no indica lo mismo – no es la misma relación lógica – en “Yo soy español” que “Yo soy tuyo” y ciertamente la única diferencia viene del elemento B); segundo, existen infinidad de posibles etiquetas de relación. De esta forma el verbo ser puede indicar inclusión, existencia, esencia y un abrumador número de posibles relaciones entre el elemento A y el elemento B. Todo esto sin tener en cuenta que el lenguaje humano normal permite relaciones cruzadas, relaciones entre múltiples elementos e incluso distinguir entre las distintas relaciones con frases muy sencillas. Se dice que una frase es verdad cuando la relación que se establece coincide con la serie de pensamientos o relaciones mentales del hablante o mejor dicho del "lenguajeante" ya que el lenguaje no incluye sólo el habla. Para simplificar más si queréis: cuando coincide con la realidad. El asunto es que el hombre no miente – por supuesto ni la mujer, no estoy hablando en genero – sino que como mucho erra. Entendámonos; si yo le digo a una mujer en la cama que la quiero porque observo que necesita que se lo diga para poder acostarme con ella y yo estoy realmente interesado en el polvo, pues voy y se lo digo. La frase, lo que yo he dicho es mentira. Pero pensemos atentamente en el pensamiento que se ha encadenado en mi cabeza. Ella necesita algo, que le diga que la quiero ergo si quiero obtener lo que necesito, tengo que decirlo. El desarrollo mental nunca es falso - el desarrollo ha expresado la relaidad del "lenguajeante" - sino que como mucho es equivocado, ojo erróneo, ya que puede que la chica se acueste igual contigo sino dices nada. El lenguaje miente pero nosotros no nos podemos mentir a nosotros mismo. Cuando decimos algo que no es verdad si sabemos que no es verdad a nosotros mismo nos hemos dicho la verdad y si era verdad la única forma de que fuese mentira es que estuviésemos equivocados. Yo soy tan incapaz de ser falso como de no ser yo, lo único que puedo hacer es que mis palabras sean falsas por mí.


Por casualidad he pensado en lo mucho que se parecen las palabras hablar y felación. Me imaginé que por algún capricho del destino podían provenir del mismo término latino. Mi gozo ha caído en un pozo al comprobar que felación proviene, esto si lo sabía, de felatio (mamar) pero hablar proviene de fabulari que desgraciadamente no es lo mismo. Lastima. Esto debe querer decir que las felaciones no mienten lo que podría ser francamente interesante. Increíblemente interesante.

martes, 26 de junio de 2007

Réquiem (En latín, perdón)

Quince años tiene mi amor dice la letra pero yo digo dieciséis años tiene mi amor y eso no es lo mismo. Ni siquiera es lo mismo una canción que la dura realidad. La habitual realidad. Dies irae, dies ille...Ella es tan guapa que las montañas se secan y los ríos devuelven sus corrientes a la cuna montañosa de donde manan sus torrentes. Tiene los ojos castaños pero tan claros que vibran con solo ser rozados por la luz. Dieciséis años tiene la persona que deseo; me despierto y escucho a Mozart y a Bach, la misa de réquiem y los conciertos de Brandenburgo. Sus ojos son tan bellos como el sol cayendo contra el mar ardiente; los valles y montañas que conforman su cuerpo parecen sorprendentemente jóvenes, como si no existiese la erosión para esa materia de la que está conformada. Yo tengo veintiséis años y leo ante el sol, debajo del sol, mientras pienso en que la besé por primera vez dentro del agua de una piscina, los labios húmedos, también pienso en releerme a Navokov y su Lolita. L-O-L-I-T-A. Perfecto sonido para el paladar. Tengo veintiséis años y me he quedado sin trabajo, estoy en un paro claro y cristalino, tengo la espalda quemada y puede que lo que haya hecho sea lo peor que pueda hacer un hombre; también puede que sea lo mejor. Navokov y Mozart...Pienso y re-escucho el Dies Irae (El día de la ira) y en el Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison encuentro un poco de paz ¿Qué se puede hacer si ella es tan bonita? Solo esperar el día del juicio y confiar que alguien te perdone. Confiar en el griego, confiar en sus ojos y en mi miedo a no volver a besarla. Confiar en definitiva en todas las cosas que siento y percibo; olvidarme del posible dolor de considerar la realidad una mentira. Así que confío en Lolita y en los dieciséis años y en J.S Bach y en la misa y en todos los santos padres de la iglesia. Aunque no crea en Dios sí creo en que el vino es la sangre del mundo y creo en su cuerpo salvajemente pequeño desintegrado en mis brazos por la acción de las leves olas de la piscina. Por todos los muertos (los que me caen bien), por: Faulkner, Conrad, Mozart, Sallieri, Huxley, Bach, El Greco, el cuerpo de usares napoleónico, Santa Teresa, Cortés, Moctezuma el viejo, Atila, el gran Khan, el sol y la muerte. Por las cosas que tienen sentido porque sin creer en ellas no tiene sentido nada. Réquiem por todos nosotros. Kyrie Eleison, Christe Eleison, Kyrie Eleison.

jueves, 21 de junio de 2007

Obertura Japonesa

Hida se dijo a sí mismo en correcto japonés pechos como óvalos perfectos, aljibes de plata y ojales por pezones delante de un libro titulado “Breve Historia del Lenguaje” en la sección de librería de los grandes almacenes hasta donde había rastreado el aroma fascinante de una falda y una blusa encajadas sobre tacones. La dueña de esas palabras que se le habían esparcido por la corteza cerebral se alejaba oscilante por un largo pasillo infectado de luz anaranjada y a la vez de concupiscencia haciendo crecer la impotencia en Hida. Impotencia y rabia por saber que esas caderas bien formadas no se acoplarían jamás con las suyas, que esos pechos no vibrarían tampoco sobre su cabeza y que de la boca de la mujer que se alejaba nunca oiría su nombre pronunciado entre gemidos. Rabia e impotencia porque él había sido un joven salvaje japonés, que había visto conciertos de Les Rallizes Denudes, robado en tiendas y estrellado motos delante de la policía de a pié. Así que si Hida recordaba que ese yo ya no era él se podía inferir que este de ahora era él lo cual, tontamente, le hacía pensar que el libro de teoría del lenguaje y la bella dama en retirada se estaban riendo de él. Con un impulso rápido agarró el libro entre las manos y sin más precaución salió disparado por el pasillo cubierto de luz enfermiza hacia la puerta, más allá del culo cimbreante enroscado en seda y polipiel, convencido en robar el libro costase lo que costase. Una vez adelantada la mujer, sin mirar hacia atrás para no perder su orgullo, encaró la puerta de salida protegida por el tipo con el pelo a cepillo, enjuto y envuelto en barba de tres días. Como es lógico, quizás para nosotros pero no en ese momento para Hida, la alarma del libro sonó al pasar por la puerta pero este siguió adelante y el guardián protector se fue también con él pero aun más rápido - porque sí corría - y no hacía lo que Hida que, en resumen, era andar solamente. Hida se quedó paralizado delante del guardia que le asía la camisa; mientras la mujer clavaba, con la falda oscura, los gemelos y muslos color perla pasando muy despacio por toda su linea de visión, sus ojos protegidos por gafas de sol casi con certeza en su mirada atenta. Así que a Hida no le importó el guardián ni tan siquiera cuando le zarandeó y al final golpeó en la boca del estómago con el puño cerrado para recuperar el libro que no se soltaba. Ni siquiera en ese momento ya que lo único que le interesaba fue un sentimiento resplandeciente de felicidad y juventud. Volvía a oír los conciertos de su juventud, olía de nuevo la gasolina y el cuero. La mujer pasó y Hida boqueaba. La cabeza a la altura de las caderas y cuanto más gritaba algo ininteligible el seguridad más sabía él que mañana volvería al mismo centro comercial a robar. Pensó en una Play Station 3, en un deuvedé y cuando ya el guardia se daba la vuelta hacia su puesto en la puerta tomándole seguramente por un retrasado, en pechos perfectos como óvalos, pezones de plata y rosa, caderas como tormentas tropicales de espuma en un océano pacífico, sobre todo blancas hasta lamer la arena de la playa donde todo explota en esperma.

lunes, 18 de junio de 2007

Auxiliar de Clínica

Aquella mujer era el final de la vida tal como se entiende o quizás lo era su chico que trabajaba de auxiliar de clínica pero había estudiado únicamente la trayectoria de las cosas al caer. Uno de los dos serían el Apocalipsis lo quisieran o no; como la peste negra o el incendio de Roma. Igual que si Nerón se fuese de pedo con sus amigos y sus cuerpos se curvasen ante la presencia del alcohol o como si Bizancio volviese a derrumbarse, las plagas de Egipto sobre nuestras yagas, Magic Johnson recarcomido por el síndrome de inmunodeficiencia adquirida...los aleros del mundo abrasados contra la ceniza expulsada del Vesubio. Pero el día que ella le dijo que lo hicieran fuera de la cama, una manta extendida en la ancha chopera, con las estrellas girando alrededor de Orión a mil revoluciones por minuto, toda esta destrucción dejó de tener importancia en cuanto el pecho suave y grave de la chica se derritió en la boca de él, como por arte de magia, como un milagro o una nueva religión para los hombres. Tu cuerpo y tus caderas, brazos, pelo serán la alianza nueva, sagrada y eterna; tu semen y flujo y saliva serán mi sangre con la que beberemos el verdadero pacto. La nueva vida. El nuevo reinado del horror y de la belleza...tan íntimamente relacionadas...por los siglos de los siglos.

martes, 12 de junio de 2007

So Tired

So I went to the doctor, see what he could give me

He said, "Son, son you've gone too far,

'Cos smokin' an trippin' is all that you do."

(Black Sabbath)


El médico enfundado en un sobretodo de paño gris se acercó y afirmó definitivamente que no había sido un suicidio pronunciando, con una ligereza que solo se obtiene tras treinta y tres años de profesión, exactamente las siguientes palabras “No ha sido un suicidio”. El gordo cabrón y mal vestido, con manos sudorosas, se acercó hasta el cadáver renqueando, atolondrado, por toda la escena del crimen golpeándose por el camino con un buró de manzano y arrastrando bajo sus pies la alfombra imitación persa comprada seguramente en Tánger “Y si no, ¿Qué coño ha sido? ¿Me lo quieres decir Johnny? ¿Qué cojones ha sido?” El médico protegido por su aura de sobretodo y de pipa fabricada en espuma de mar turca, sin gafas pues no las necesitaba aunque sí con montura without cristals, descubrió el cadáver de la sábana color borgoña y entonó en perfecto castellano: “El tipo tiene secciones transversales en todo el antebrazo y la muñeca perpetradas por lascas de caramelo extraídas de una piruleta marca fiesta y nadie, repito nadie, podría conseguir soportar el dolor de cortarse las venas con caramelo sabor fresa y chicle dentro”. El gordo cabrón haraganeó y babeó, dio vueltas como una noria por la habitación mientras ingería líquido de su petaca de plástico y al final, desde el umbral de la puerta, mencionó: “Podías llamar a mi exmujer y a mi camarero habitual para decirles que es imposible que yo exista; así no tendría que pagar las copas a uno ni la manutención a la muy puta”. En el informe quedó reflejado que el tipo se suicidó por sobre dosis de dulce...pues no era plan para el médico convencer a una puta de absolutamente nada.

lunes, 4 de junio de 2007

Atesta3or

Sus últimas palabras nada más entrar en el lóbrego ambulatorio de pueblo olvidado fueron tengo una horrible sensación de incompletitud y el médico cubierto de sudor desde el entrecejo hasta la comisura de los bigotes no consiguió llegar hasta él antes de que se desplomase contra la mesa metálica de operaciones con un insecto octaedro de caparazón duro y negro, labrado como si fuera obsidiana, firmemente sujeto por ocho estrellas a la cara del muerto. El médico, un tipo escuálido que hasta ese momento había tratado de ingerir con dificultad una tortilla de patata espesa y rancia, consiguió no sin problemas extender el corpachón herido por la extensión acerada de la mesa y observar el cráneo ocupado por la mancha oscura, casi un abrazo de infinito irreconciliable, en un presagio de algo fúnebre. Trató de inyectar cualquier veneno en el ser octaédrico con la aguja normal pero nada más entrar en contacto con el caparazón se disolvió en un río de mercurio helado; lo intentó después con la aguja de metacrilato especial para gases neurotóxicos pero la punta se quebró al primer contacto con la chapa viva de aquel monstruo. La aguja de titanio cayó también herida en su orgullo de dureza. Por fin el insecto de las ocho patas mostró un signo de vida al quebrar su cabeza en un giro de ciento ochenta grados y con la miríada de ojos enfocada al doctor expulsó con su boca de tres secciones en el sentido de que toda verdad evidente, según el orden cartesiano, podría ser encontrada sólo por la inteligencia humana igual que una revelación de fe, hay que entender la verdadera religiosidad científica, que tanto daño ha generado en nuestra época actual. El médico comprendió que ya no había nada que hacer pues toda la inteligencia del alienígena había carcomido la esencia de aquel cuerpo que otrora había sido humano. Eliminó ambos seres con una dosis mortal de cianuro inyectada directamente en el pecho del cadáver humano mientras los ojos independientes del insecto manaban lágrimas del color del ámbar. Lo único que pudo encontrar, antes de que todo el pueblo con el ambulatorio y el propio médico fueran sepultados por el olvido y el polvo, fue una nota en el bolsillo gris marengo del cadáver perteneciente a un diario con fecha de ayer Tú ya no eres mi mujer, ni la persona a la que quiero, sino que eres la muerte y el olvido. He arrancado de mi memoria tu cara de tanto tiempo que ha pasado y ahora no puedo hacer más que sentir miedo ante la sola mención del nombre que antes usé para quererte y para amarte. Es como mirar un pozo insondable de vacío donde antes se hallaban tus ojos sedientos.

jueves, 31 de mayo de 2007

Atesta2

Cuando el general salió de la tienda a través del camino helado de tierra que se había formado hacía demasiado tiempo por el paso de los animales al abrevadero del río supo de la necesidad de una palabra definitiva tifón bruma silencio sólo con la observación de la pradera plena, húmeda hasta las raíces de las rocas, con la estribación de colinas al fondo donde se encontraba el ejercito enemigo amatista avalancha bruma pensó, cuenta la historia, en que debía ser lo suficientemente sonora y bella pero a la vez definitiva para que acabase con el enemigo de un sólo plumazo galápago vorágine brocal una palabra como el restalle de un látigo de sexo o de fuego vísceras bravatas beldades indudablemente poderosa para que sus huestes se forjaran al hierro en su cuerpo una espada más allá de la mano, una carabina más allá de la mira o del hombro, y una boca para algo más que para los gritos y las discusiones sonajero abrasado estancia. Así el general pasó los primeros minutos del alba, buscando una palabra entre todas las palabras que conocía mientras sus hombres preparaban sus cuerpos y las pequeñas fogatas de campaña hervían lo poco que desayunarían antes de irse al infierno vendaval limonita acanto Cuando el sol despuntó a lo lejos, entre dos picos bajos y rasos de vegetación y la sombra se retiraba de la luz en toda la planicie como un enemigo derrotado, el general se dio cuenta de que necesitaba un nombre de mujer y, que por desgracia, en aquel momento no se le ocurría ninguno. Nunca, durante los años que pensó en aquella derrota antes de su muerte, se le ocurrió el por qué de aquel olvido tan estúpido...en hora más dramática.

martes, 29 de mayo de 2007

Atestado 1

Al atravesar, torpe con la rueda trasera, la confluencia de las calles Conde de Peñalver y Juan Bravo el tipo – apenas rubio, desteñido incluso y con poca o casi ninguna barba apreciable – descubrió que su moto salía ardiendo desde la base de las llantas, la junta de la cadena y el tubo de escape hasta más allá de donde le permitía su limitada vista al tener que mirar hacia delante mientras conducía. Si bien su sensación general – en aquel momento – fue la de seguir lo más rápido calle a través para intentar apagar el fuego desconocido y acuciante, que estaba ya propagándose prontamente por la pernera de pana del pantalón, de esta forma el tipo sólo conseguía arder cada vez más; produciendo el calor de una mísera llama de mechero para los inconscientes viandantes desde allí hasta la lejana plaza de Felipe II, donde no tuvo más remedio que detener la moto frente a un tremendo monolito ornamental, para alejarse en la practica totalidad, pequeña y escueta totalidad de magro y reseco cuerpo, de la moto que ardía en una enorme variedad de colores: blanco y azul en las alturas, rojo y anaranjado y oscurecido por un humo químico – fragantemente artificial – cerca de las ruedas y allí donde la pintura blanca empezaba a desconchar. De esta forma el tipo, chamuscado y despeluchado por el arte de las llamas, compró en pleno diciembre unas castañas asadas y junto al tenderete de rojo acrílico donde se apiñaban los niños y los reyes magos y sus malditos pajes se sentó para ver arder su moto y, como es lógico, preguntarse por qué las cosas se queman más rápido cuanto más intentas alejarte de ellas. Lo único que le reconfortó es que las castañas se percibían todavía calientes apretadas entre las yemas de sus dedos. Hacía frío y la moto ardió toda la noche...una y otra vez.

Trompi

Day after day,

Our love turns gray,

Like the skin on a dying man.

And night after night,

We pretend it's all right,

But I have grown older,

And you have grown colder,

And nothing is very much fun, anymore.

And I can feel,

One of all my turns coming on.

I feel,

Cold as a razor blade,

Tight as a tourniquet,

Dry as a funeral drum.

(Pink Floyd)


Y definitivamente sentirse, más allá del espacio y del tiempo, dos. Eso, eternamente; eternamente soluble y divisible. Vacuo en las intoxicaciones. Eso es lo peor de esta vida para mí. Despertar sin previo aviso de un sueño de gasa con una estrella de sangre en el mentón, quizás con una quemadura lacerada en la pierna, con un morado en el ojo. Las caras de la gente te miran desde una realidad que no entiendes ya que resulta demasiado lejana, no se acopla con tus sudores alcohólicos o tus delirios de niño pequeño. Si no dijese que lo hago a propósito sería estúpido así que debe ser el propósito de alguien que llevo dentro y que no entiendo. Una entidad asesina y agresiva que me mira con los ojos ásperos, la boca torcida; no sé como tendrá el alma. Luego uno se recupera y lleva un estigma clavado en algún punto del cuerpo, intento acercarme a ti, que tienes los hombros grandes de hombre y un precioso pelo rizado con la mirada algo extrañada, pero ya es demasiado tarde porque la marca se te ha quedado demasiado grabada. Tú te vas a una tumbona y yo me quedo con la tirita colgando de cualquier hilo de piel. Tampoco es tan grave...tan grave...tan grave...sólo el mentón, el ojo o la pierna. Una vez fue todo el puño y puede que algún día sea algo más peligroso, como una hoja de afeitar ¿Qué buscará eso que llevo dentro? ¿Qué futuro tiene para mí? Pero en definitiva me quedo con tus bellos hombros de hombre o de nadadora, con tu pelo rizado bañando una tumbona entre dos arboles retorcidos bajo un magnífico cielo gris y la sangre dejando de manar, resecando el mentón y el emplaste....hasta la próxima vez que note, frío como el acero, prieto como un torniquete, seco como un tambor funerario el giro que me devuelva al suelo y después del suelo...vuestras caras con forma de búho, el miedo reflejado como en un espejo refractario directamente enfocado a un gran sol, mayor que el nuestro, infinitamente más grande. El pavor causado por un hombre y su suelo.

viernes, 25 de mayo de 2007

Invasión (4 movimiento - Nahui Ollín)

I get up in the evening
And I ain't got nothing to say
I come home in the morning
I go to bed feeling the same way
I ain't nothing but tired
Man, I'm just tired and bored with myself
Hey there baby I could use just a little help
You can't start a fire
You can't start a fire without a spark
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark

Message keeps getting clearer
Radio's on and I'm moving 'round the place
I check my look in the mirror
I wanna change my clothes, my hair, my face
Man, I ain't getting nowhere just living in a dump like this
There's something happening somewhere
Baby I just know that there is
You can't start a fire
You can't start a fire without a spark
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark

You just sit around getting older
There's a joke here somewhere ant it's on me
I'll shake this world off my shoulders
Come on baby the laugh's on me
Stay on the streets of this town
And they'll be carving you up all right
They say you gotta stay hungry
Hey baby I'm just about starving tonight
I'm dying for some action
I'm sick of sittin' round here trying to write this book
I need a love reaction
Come on now baby gimmie just one look
You can't start a fire sittin' round crying over a broken heart
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark
You can't start a fire worrying about your little world falling apart
This gun's for hire

(Bruce Sprinsteen)

Me despierto siendo humano pero me acuesto y sólo contemplo en el espejo un monstruo; garras y cuernos rodeados, infectados, de otros monstruos. Tengo garras y lagartijas, sapos y tritones, los mosquitos asomando por debajo de mis uñas saludan a todas las chicas bonitas al pasar. Cucarachas reptantes formando coaliciones debajo de mi epidermis, sus huevos se condensan y eclosionan en profundidad dentro de nódulos de grasa y gelatina protectora que se extienden por todo el organismo que ya no es mí organismo sino una multiplicidad de organismos que se alargan y crepitan como una hoguera. Babosas y arañas rasgando la piel para no ahogarse entre mis folículos pilosos, arriesgando las patas para escurrirse fuera del riñón infecto o del hígado hipertrofiado hacia la superficie del cuerpo. Ya no más mi cuerpo, no lo diré nunca más, es EL cuerpo – con mayúsculas - ...donde habito yo y ellos; los rocío con antiestamínicos y con antiparasitarios y antiatómicas y tantos antis que son imposibles de contar con los dedos de la mano; por favor pensarlo por mí: champú, desodorantes, yodo y desinfectante, lejía en la ropa, anticaspa en la pelambrera y anticaída también; lociones, ungüentos y pociones. Tengo virus, bacterias, hongos, arácnidos y culebrinas utilizando mis venas y músculos como autopistas. Ahora me pregunto si llegaré a conocerlos a todos, a estos intrusos, y al conocerlos consecuentemente a encariñarme con ellos y les hablaré del futuro juntos, en perfecta simbiosis, como si fuesen mi pareja, les contaré los planes dentro de planes y les presentaré a mis amigos y a mis amigas para que nos hagamos todos íntimos y puede, únicamente es una posibilidad, que si nos rechazan yo consiga que toda la horda me obedezca, sigan los mandatos que yo les indique, y entonces podré robar y matar sin piedad. Lanzaré a mis huestes contra vosotros y vuestros hijos; mis arácnidos saldrán de mi sexo y se agarrarán como en una película mala de ciencia ficción a vuestras cabelleras, las serpientes morderán envenenadas desde mis uñas y en manada, como un corrimiento de tierra de seres infectos, seréis todos tragados y expulsados fuera de mí y del círculo que necesito para mi protección. Nada más que enfermedades con piernas que comen y se sienten seguros con una manada oscura que habla desde lo más profundo. Nosotros hemos hablado. Nosotros y nosotros y nosotrostrostrostros también.

jueves, 24 de mayo de 2007

Sin pc (Mandriva kills Ubuntu) y con poca inspiración

Hubo un tiempo en el que en cada extremo se hallaban los cuatro tezcatlipocas. Poco más podían tener los hombres que algo en cada extremo, cada uno en una dirección cardinal. Uno para el norte, el sur, el este y el oeste. Uno de cada especie igual que en el arca de Noe.


Al este se encontraba Xipe-Totec el tezcatlipoca rojo, también conocido como el dios desollado, que era patrón del prepucio, dios masculino por excelencia y el prevaleciente en los cambios estacionales y en todo lo mutable. Cuando los humanos, tímidamente, sacrificaban un hombre en su nombre a este lo desollaban y la piel le era cosida a un sacerdote encima de su propia cuerpo. Allí quedaba prendida durante un mes, cuarteándose el cuero, apestando con cada paso y apretando tanto el cuerpo del sacerdote que llegaba a sufrir dolores tremendos por portar la carga de este dios que, como todo lo que ocurre en la vida, no representaba ni lo bueno ni lo malo.


En el sur se podía encontrar a Huitzilopochtli, el representante del color azul, el dios de la guerra y del sol, protector de los Mexicas y destructor de todo lo demás, el del cuerpo pintado y las armas bien prendidas, animador de batallas y de sacrificios sin fin que agarrotaban la mirada de todos los enemigos que osaban enfrentarse a sus hijos. Cuenta la posible realidad arqueológica que pudo ser obra, en concepto, de un sacerdote emborrachado de grandeza que profetizó al pueblo errante su resurrección cinco días tras su muerte y que una vez acontecida aquel pueblo elegido le llevó – en forma de cadáver - a ver mundo como representación divina en una urna por el desierto ¿A qué nos sonará eso? hasta que fue convertido en divinidad principal el mismísimo polvo pestilente que degradaron sus huesos.


Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, fue el creador de los humanos y morador blanco del oeste, el de las barbas y la destrucción. Otro elemento dual. Creo a la humanidad robando los huesos de los hombres que habían habitado en los antiguos mundos destruidos con su colaboración. Hubo nueve infiernos y el nos recogió del último, espero que culpable, para regarnos con su sangre y hacernos vivir de nuevo. Dios de la era del jaguar, Nahuiehocatl, se fugó de nuestro lado tras ser engañado por el último de sus hermanos. Con él, según las leyendas, se llevó la idea de la paz y la armonía, de la no necesidad de matar. La paz se rindió y nos dejó con el corazón ensangrentado en la mano, todavía bombeando.


El último tezcatlipoca, cuyo nombre es simplemente Tezcatlipoca, conocido también como el negro o el señor del norte. El que no es tangible. El que humea y brilla a la vez. El espejo humeante de nuestros cielos que nos da la brea y el fuego, que mata y construye y sigue adelante cada una de sus adivinaciones. El señor de la noche eterna y elemento tan dual como el propio ser humano es el creador del orden y mantenedor de la sangre que fluye pues sólo a través de la sangre se puede mantener el orden. Los ciclos de cincuenta y dos años, los de venus y los dioses decorados de carmines de todos los tonos resuenan en la caverna en un eco del polvo y la savia que se quedara clavada en el camino formando los grumos que nadie más volverá a visitar.


Al final de todo lo que nadie puede olvidar; una última dirección, hacia dentro y en caída, el monstruo de la tierra – Tlatecuhtli – que abrasará y ahogará nuestras pobres ilusiones en una caída sin fin. El vórtice del que nadie saldrá.


Y después estáis todos vosotros con vuestras armas y los lazos y, por supuesto, con el mismo agujero justo debajo de las piernas. No lo queréis reconocer, igual ahora que antes, con las direcciones clavándose en nosotros y los tezcatlipoca sobre la tierra en forma de Harriers y Tomahawks en vuelo de libélula. Harto de vuestros Levi's y de los Diesel darme, simplemente, un peinado menos, un bono de cinco años menos de vida para que pueda encender mi corazón extraído del pecho y encender un nuevo fuego que ilumine todos los fuegos del planeta...que haga crecer las bombillas y las estaciones radio-eléctricas a la altura de los mecheros en la noche de camas humedecidas y deshechas. Darme un arma que me valga para algo y que no se apague cuando tengas miedo, el arma definitiva, iros de aquí y tendré la fuerza necesaria. Hoy voy a atar los años y celebraré el rito del fuego nuevo para que nos demos cuenta de que nada cambia tanto y de que tras la barra hay un par de tipos con cuchillos de piedra que están locos por clavar, rasgar y tragar.

jueves, 17 de mayo de 2007

Miembros

Si se pudo decir algo malo de él es que su manos tenían sueño y se acostaron capturando aquel cuello. Porque las manos también quieren soñar y dormir entre las sábanas de los cuerpos y por alguna casualidad tus manos pueden querer dormir en ese cuello concreto o abstracto que se te presenta. Luego ese cuello se asfixia entre la respiración tranquila de una mano tranquila que quiere dormir como cuando eras niño - y no dormía sólo la mano sola sino que dormía entero el cuerpo entero -. En aquel entonces no se te podía culpar de nada. Así que lo único de lo que se le podía acusar era de que sus manos tuvieran sueño. Más tarde, una vez ya sus manos dormían bajo tierra, si se le pudo acusar de más cosas; se dijo que las manos araban la tierra entumecida intentando escapar del castigo o que la boca, casi cubierta de tierra pero no completamente obturada, escupiese aquello de “En esta ciudad se forman barricadas de silencios y los desagües no pueden aliviar el peso de tanta carne putrefacta, de tantas palabras muertas. En esta ciudad las personas nos miramos desde trincheras de anormal incomprensión que se elevan igual que el humo se levanta en una hoguera recién humedecida. Ya no quiero más esta ciudad que está llena de tanto barro y lodo e inmundicias de todo tipo”. De eso sí se le pudo acusar.

De todo esto sacamos que hay moral y conciencia para nuestras manos; hay manos que se aposentan en los cabellos y otras que raspan la piel mientras que las hay que duermen ablandando los cuellos. Podemos obtener por último que hay algo de nacionalismo en nuestros cuerpos y que por lo tanto hay una independencia tributaria y moral para cada parte de ellos; por lo que si tu mano te ofende vas y te la arrancas, que ya es bastante. Tenemos manos y piernas e ingles que intentan actuar por su cuenta y desde que eso ocurre nada vuelve a ser como cuando, antes y mucho antes, esto no te importaba. Y dormías con la conciencia – y tus miembros con sus entrañas – muy tranquilos.

P.d: Y todo esto que debe ser un acto de enajenación de mi cabeza con respecto al resto sin que yo me dé entera cuenta...

martes, 15 de mayo de 2007

A sotavento

En medio del silencio tus besos se abrieron en manada, blancos, verdes y amarillos...¿Cuantos colores en besos? ¿Cuantos colores de besos? En medio del silencio se abrió tu boca, tu regazo y tus piernas. Ahí ya no se puede hablar de colores sino más bien de fe (al fin y al cabo, una religión más. Creer o no creer en ti, tus piernas, tu pecho y tus colores). Estoy volviendo a recuperar la fe después de tanto tiempo de penurias. El durmiente ya amanece, padre. El durmiente ya ha despertado.

p.d Ni una sola gota de agua en Arrakis, planeta desierto. Exactamente lo mismo que en mi sangre y mi semen.

domingo, 13 de mayo de 2007

Dulce-amargo sabor a granada

El 17 de mayo, poco antes de que el descanso veraniego se contagiase en el cuerpecillo de todos los hombres y mujeres del país, empezaron los terribles ataques de picor que asolaron la vida de M. Si en un principio se pudo decir que era un problema menor, una incomodidad, en pocos días la cosa se convirtió en un asunto de importancia capital para el bueno de M. No sólo era un picor continuo y abrasador que se desplazaba por toda la anatomía, gris y hasta ese momento totalmente típica del tipo del que hablamos con esta tipografía, ya saben M., sino que tenía el magnifico don de enfurecer de sobremanera a este señor que hasta el día 17 de mayo no había levantado su voz a nadie. Cuando digo nadie quiero decir a nadie de verdad, ni a su padre ni menos a su madre, su jefe, que era un negrero y había sido golpeado con elementos contundentes por obreros descontentos en varias ocasiones, en el caso de M. lo único que había recibido eran saludos de los que hacen eco – ya se sabe que es necesaria la distancia para que el eco pueda existir, lo cual indica muy señores míos algo, sino todo, lo que necesitan saber sobre el estúpido tema de los saludos de M. a su jefe -. M. estaba enfadado y para intentar remediarlo no se le ocurrió otra cosa, el día 22 de mayo, que golpear su cuerpo contra las cosas – aunque pueda parecer una salvajada o como mínimo una estupidez – para intentar aplacar ese picor continuo, culebreante, que tanto podía anochecer en el brazo como se podía despertar en plenos genitales. M. se golpeó, por este orden, la cabeza, los riñones, la cabeza de nuevo pero esta vez con insistencia genial en las sienes, las axilas, la planta de los pies contra la esquina ardiente de la puerta del horno de su casa – marca Fagor -. Gran descubrimiento fue este último asunto, el de la puerta caliente, pues en ese momento se dio cuenta de que las quemaduras eran mucho más efectivas que las simples contusiones – los moraos de toda la vida -. Para seguir relatando habría que describir el gran avance en materia de auto mutilación y destrucción de la propia integridad como individuo que obtuvo el tipo-tan-majo-este. Del alcohol se paso a la gasolina, de ahí a las camas de clavos y a las cajas con serpientes venenosas. También probó con el daño físico a terceros, violaciones, hurtos con violencia o el simple cachiporrazo por la espalda y miro para atrás, tiro la barra de acero ovetense, y si te he visto no me acuerdo. El picor ni subía ni bajaba ya en intensidad porque realmente cualquiera se hubiera percatado de que aquello no podía ir a más. En la cama todo se hacía insoportable y el sexo estaba vetado porque en medio del acto siempre se le iba el picor con el flujo sanguíneo – que en este caso ya saben exactamente a donde se larga – y la cosa se volvía impracticable. Que si me pica pues me rasco y luego no vean ustedes que cuanto más me rasco más me pica lo que nos deja con un problema de, porque no decirlo, cojones. Se pueden imaginar que M. estaba empezando a sentir una leve incomodidad en su vida.

El día 29 de agosto nuestro protagonista contrajo matrimonio con una chica estupenda, prostituta de profesión, y pasaron la luna de miel en la Canarias por aquello de que el negocio no andaba muy bien, tampoco marchaba lo del picor de M., que ya no sólo se le movía por el cuerpo sino que parecía que lo hacía con inteligencia y sarna; si tenía que usar la cabeza pues allá que iba, daba por el culo, y migraña al canto que se provocaba el tipejo de tanto rascarse la cabeza. Lo único bueno de todo aquello eran los masajes tailandeses que le daba su actual mujer, un dechado de delgadez y pómulos rellenos de botox, para intentar aliviar a su flamante maridito de estar forzado a andar rascándose la espalada con el gotelet de las paredes.

El día 31 de agosto nada más lanzar a su ya no tan flamante - y si puede ser incluso un poco más puta – mujer por la balconada de la habitación del hotel (cortinas blancas y fuerte iluminación solar desde arriba aunque con un poco de inclinación por ser la última hora del día). Este movimiento no le salió tan bien como el esperaba porque, primero la muy pícara se agarró a la barandilla de la balconada para luego ir a caer a la piscina desde la despreciable altura que puede alcanzar el primer piso de un hotel de cuatro estrellas en primera linea de playa. Una vez comprobado desde la habitación que su mujer se encontraba – encantada – siendo rescatada por un fulano con los ojos cubiertos por las gafas de sol y el miembro oculto tras un bañador rojo, el odioso picor se dividió en tres, uno para cada lado de la frente y el otro para el propio esfínter del ano. Esto fue ya demasiado para el bueno de M. que en un arranque de furia se golpeo su mano hasta que la vio bien muerta, no sólo rota sino totalmente enajenada con respecto a la vida, con la diminuta puerta del mueble bar del apartamento. El sol caía ya casi del todo de la esfera terrestre y M., con la mano muerta, y un fuerte picor generalizado se golpeó el cuerpo hasta que obligó al picor a concentrarse en la mano y cuando lo tuvo bien retenido, como si de una res se tratase, se seccionó la mano sin pensarlo. Allí se quedo M., la sangre revolviéndose por todo el cuarto como un surtidor de gasolina suelto en el asfalto, con una sonrisa de estúpido iluminándole la cara. Poco después, justo antes de que llegase la ambulancia, se dio cuenta de que algo iba mal - ¡Qué infortunio el de este hombre! - pues empezó a detectar una sensación extraña que volvía a apoderarse de su cuerpo como de otro invitado no deseado se tratase. Un dolor muy fastidioso se aposentó en casi todos sus miembros - con insidiosa insistencia en la mano que ya no estaba - mientras le intentaba explicar al A.T.S de la U.V.I móvil que si era posible que le dejasen que se terminase de matar antes de que le trataran lo del corte. Dijo: “Por aquello de que todo esto es una mierda, me refiero a la vida, que si no pica, duele, no se crea usted que es por otra cosa”.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Hoy jugamos todos

Tenemos un hombre trajeado y orondo, la cara alargada desde la papada hasta el extremo casi invisible de las orejas. Los ojos saltones y con abultadas oscuridades en el contorno. Llamémosle, como homenaje, Lucca Brassi.

Tenemos un revolver y un libro. El revolver podría llegar a ser pistola pero el libro sólo podrá ser libro (nada de revistas que nos conocemos...)

El sencillo

Cuando Lucca Brassi con su cara trastornada de violencia buscó el revolver en su bolsillo sólo encontró un libro cualquiera.

El doble

En el instante en que tenía que sacar el libro, Lucca Brassi, en vez del libro plantó en la ventanilla de devoluciones un revolver cargado. Todo el mundo en la sala de lectura clavó sus ojos en él con una persistencia molesta.

El kafkiano

Y al sacar el revolver del bolsillo, Lucca Brassi, se dio cuenta de que ya no tenía un arma sino una edición ilustrada de la metamorfosis, lo sacudió como si de un insecto que ascendiera por su brazo se tratase, lo lanzó al otro extremo de la habitación y se froto los ojos para comprobar si podía despertar de aquella pesadilla; mas por mucho que lo intentó el revolver seguía siendo libro tirado en el extremo de la salita y las tapas se convirtieron en una ofensa continua a su propia existencia.

El familiar

Cuando el bueno de Lucca, que tenía cinco hijos, fue a cumplir el encarguito que le había endilgado el jefe se encontró de frente con el por qué nunca debía dejar a su mujer que le planchase los pantalones. Había confundido los de paseo con los de diario y en vez del arma lo que encontró fue un libro sobre la guerra de secesión que le fue de muy poca utilidad en aquel caso.

El jocoso

Y como aquel tipo tan enorme no encontraba pistola por ningún lado se lió con el canto de un libro a golpear en la cara al bueno de Lucca. Uno pensaría que aquello tampoco era tan grave pero hay que ver como se las gastaba aquella enciclopedia británica.

El lírico

Cuan jovial se sintió el desdichado Lucca al percatarse que en fuerza, un libro cualquiera, no tiene parangón de ningún tipo, que es el rey de la creación humana, y que ni la más florida arma metálica puede ensombrecer su grandeza.

El existencialista

Los ojos de Lucca se apagaron en una lágrima oscura y no era el boquete provocado por la bala eyaculada desde el cañón de la pistola lo que le mataba sino la fuerte sensación de que todo lo aprendido en aquel libro, todos los esfuerzos puestos en él, no habrían hecho nada para asegurarle que podía alcanzar algo más allá de todo.

El meta literario

El vacío irremediable que sintió Lucca al saber que él era un personaje y que a un gesto del escritor se podía trastocar su pistola en un libro o en cualquier otra cosa hizo que no pudiese actuar en el último momento. Sus músculos no respondían y en cierta forma ya estaba muerto desde el mismo momento en que supo que sus actos estaban controlados por otro hombre.

El duro

Lucca sólo confiaba en tres cosas: El libro sagrado, un revolver reluciente y sus agallas. No tenía nada más y al fin y al cabo hizo bien pues en el momento más delicado de su vida se salvó gracias a que la biblia paró esa bala obligada a lanzarse contra su pecho izquierdo.

El pornográfico

Lucca, el pecho desnudo y limpio, elevó las caderas y con su pistola erguida se hundió en la fragante esencia del libro abierto que formaban aquellas caderas, muslos y pelvis que se le insinuaban desde hacía horas.

El animista

El revolver soñaba, en las cálidas noches en las que las nubes encapotan el cielo y la cargan de humedad eléctrica, con otro tipo de vida, quizá con pasar esos momentos en la costa, en compañía de un libro, jugueteando y retozando sobre las manos de Lucca, pero siempre, a la mañana siguiente, se tenía que conformar con ser un matón de medio pelo otro día más.

El preciosista

El revolver apareció por detrás de todo, de aquellas sombras que cubrían el cuarto, y el libro no pudo hacer otra cosa que desprenderse suavemente hasta el suelo con el lomo herido y abierto. Lucca lloraba lágrimas de plata porque sabía que no había nada más doloroso, para alguien que va a morir, que el saber con antelación el hecho del disparo.

El mitológico

Y los libros eran gaviotas erguidas en el cielo, flotando y siendo perseguidas por el pecho orgulloso de Lucca y los feroces perros metálicos amarrados a su hombro con el arnés de la pistola; nunca terminaba la cacería porque estos movimientos eran perpetuos y seguían al sol en su eterno recorrido, por encima y debajo de nuestro mundo. Desde la tierra de los dioses al inframundo siendo de esta forma como se crearon las estrellas - las motas de metal que el gran cazador disparaba en busca del conocimiento.


martes, 8 de mayo de 2007

Barbecho

Paso la tarde en el Retiro bajo la luz de sol que parpadea contra mi piel. Estoy con mi amigo el punki. El sol sigue brillando a más no poder. A él le gustan los hombres y a mí las mujeres. A nuestro lado unas chicas practican algo que ellas llamarían yoga y a mí me parece más bien un ejercicio de estiramiento. No respiran de forma adecuada. Hablamos de algo que ahora no recuerdo y tengo una sensación de barbecho en el alma; a lo largo del cuerpo se me cuela como un espasmo. Una eyaculación leve. Hoy no hay nada más que hacer.

jueves, 3 de mayo de 2007

Héroes

Segundo cero.

El héroe levantó el arma y disparó contra ti sin dudar un único instante igual que si lo hubiera hecho ya un millar de veces. Por eso es él el héroe y no tú.

Así que recuerda. El brazo alzado en ángulo recto sobre el omóplato sin inclinación con el trompo central del torso más bien siguiendo una prolongación natural de él. Algo parecido a un crucificado con el carrillo de la cara pegado contra la clavícula. La pistola negra y pavonada, el cañón mirándote directamente a la frente. La mano asió la culata sin ninguna fuerza, los dedos sueltos en cascada, el corazón más tenso y prieto que el anular que a la vez era más firme que el meñique parecido al de alguien que toma el té en una nublada tarde londinense. La pistola se coge así. Nunca debe haber fuerza sino más bien equilibrio, todo depende del apoyo de la base del gatillo contra el costado superior del dedo corazón. No debes apretar la culata sino dejar que la pistola se apoye en ese dedo y luego introducir el índice sin tocar nada en la caja del gatillo; por último, para cerrar el ciclo de la muerte, acercar ese equilibrio a donde tú quieras elevando el abductor del pulgar lo suficiente para que, como en una postura de ballet, el cañón quede justo a la altura de tus ojos en linea con la mira y – por supuesto – el blanco.

Segundo coma seiscientos veintitrés.

El héroe tiene su arma negra mirando en tu dirección y ya no respiras porque en pocas décimas también dejará él de respirar pues esta ausencia de aire es necesaria para disparar. Al dejar de respirar tu ritmo cardíaco se reduce durante unos instantes pero no puede ser una ausencia de ese gesto pulmonar cuando estamos cargados de aire, primero es obligatorio expulsar muy despacio toda la carga torácica para que en el instante que todo esté vacío, que el cuerpo del tirador se haya acercado de una forma teatral a la muerte que quiere provocar – porque, ¿No es cierto que la ausencia de expiración es lo más próximo a la muerte? - se produzca esa breve espacio de tiempo en el que el pulso es débil, el brazo no falla, la musculatura se relaja y, al igual que el colibrí se posa sobre la flor, el índice - que ya había acortado la presión hasta el primer tope del gatillo – deja que se active la maquinaria.

Segundo coma novecientos treinta y cuatro.

Ya no hay héroe y tampoco estás tú. Deflagración perfecta contra un tubo de metal bronceado de aceite lubricante. Las balas no avanzan en linea recta sino que conforman una danza helicoidal, gracias a las estrías propias del cañón, a través de un aire que según las leyes de la dinámica se vuelve turbulento, el proyectil supera la velocidad del sonido y la onda generada avanza demasiado lenta para la velocidad que proyecta todo, oleadas de calor mientras el plomo de la bala se calienta y gira por el aire en una trayectoria que no es lo sufientemente errática para ti. El plomo cuando golpea cualquier objeto es demasiado blando para mantener su estructura y se abre igual que los capullos de una rosa roja. Una rosa roja para ti en tu bolsillo.

Segundo primero.

El héroe es héroe porque te mata a ti para seguir adelante, no se deja vencer y consigue disparar su arma. El nombre del héroe es el de la persona que tanto daño te hizo. Piensa en todos pues a lo mejor tienes varios nombres. Piensa en ellos. Mantenles concentrados en la punta de la lengua igual que si fueran balas. Todos tenemos esos nombres. Pero no los sueltes que cada uno conoce los suyos y con eso basta. Yo tengo los míos y son más de uno. El héroe es héroe porque se salva y no hay nada más que hacer que salvar a cualquiera para ser héroe, ergo...lógica aristotélica. Aquel es el héroe y tú el disparado. No te mientas ya que tú también tienes un arma pero no sabes usarla o no quieres, ¿Qué sería peor?

¿Tienes un arma? Algún día podrás ser héroe. Quizás lo has sido ya. Héroes.