jueves, 31 de mayo de 2007

Atesta2

Cuando el general salió de la tienda a través del camino helado de tierra que se había formado hacía demasiado tiempo por el paso de los animales al abrevadero del río supo de la necesidad de una palabra definitiva tifón bruma silencio sólo con la observación de la pradera plena, húmeda hasta las raíces de las rocas, con la estribación de colinas al fondo donde se encontraba el ejercito enemigo amatista avalancha bruma pensó, cuenta la historia, en que debía ser lo suficientemente sonora y bella pero a la vez definitiva para que acabase con el enemigo de un sólo plumazo galápago vorágine brocal una palabra como el restalle de un látigo de sexo o de fuego vísceras bravatas beldades indudablemente poderosa para que sus huestes se forjaran al hierro en su cuerpo una espada más allá de la mano, una carabina más allá de la mira o del hombro, y una boca para algo más que para los gritos y las discusiones sonajero abrasado estancia. Así el general pasó los primeros minutos del alba, buscando una palabra entre todas las palabras que conocía mientras sus hombres preparaban sus cuerpos y las pequeñas fogatas de campaña hervían lo poco que desayunarían antes de irse al infierno vendaval limonita acanto Cuando el sol despuntó a lo lejos, entre dos picos bajos y rasos de vegetación y la sombra se retiraba de la luz en toda la planicie como un enemigo derrotado, el general se dio cuenta de que necesitaba un nombre de mujer y, que por desgracia, en aquel momento no se le ocurría ninguno. Nunca, durante los años que pensó en aquella derrota antes de su muerte, se le ocurrió el por qué de aquel olvido tan estúpido...en hora más dramática.

martes, 29 de mayo de 2007

Atestado 1

Al atravesar, torpe con la rueda trasera, la confluencia de las calles Conde de Peñalver y Juan Bravo el tipo – apenas rubio, desteñido incluso y con poca o casi ninguna barba apreciable – descubrió que su moto salía ardiendo desde la base de las llantas, la junta de la cadena y el tubo de escape hasta más allá de donde le permitía su limitada vista al tener que mirar hacia delante mientras conducía. Si bien su sensación general – en aquel momento – fue la de seguir lo más rápido calle a través para intentar apagar el fuego desconocido y acuciante, que estaba ya propagándose prontamente por la pernera de pana del pantalón, de esta forma el tipo sólo conseguía arder cada vez más; produciendo el calor de una mísera llama de mechero para los inconscientes viandantes desde allí hasta la lejana plaza de Felipe II, donde no tuvo más remedio que detener la moto frente a un tremendo monolito ornamental, para alejarse en la practica totalidad, pequeña y escueta totalidad de magro y reseco cuerpo, de la moto que ardía en una enorme variedad de colores: blanco y azul en las alturas, rojo y anaranjado y oscurecido por un humo químico – fragantemente artificial – cerca de las ruedas y allí donde la pintura blanca empezaba a desconchar. De esta forma el tipo, chamuscado y despeluchado por el arte de las llamas, compró en pleno diciembre unas castañas asadas y junto al tenderete de rojo acrílico donde se apiñaban los niños y los reyes magos y sus malditos pajes se sentó para ver arder su moto y, como es lógico, preguntarse por qué las cosas se queman más rápido cuanto más intentas alejarte de ellas. Lo único que le reconfortó es que las castañas se percibían todavía calientes apretadas entre las yemas de sus dedos. Hacía frío y la moto ardió toda la noche...una y otra vez.

Trompi

Day after day,

Our love turns gray,

Like the skin on a dying man.

And night after night,

We pretend it's all right,

But I have grown older,

And you have grown colder,

And nothing is very much fun, anymore.

And I can feel,

One of all my turns coming on.

I feel,

Cold as a razor blade,

Tight as a tourniquet,

Dry as a funeral drum.

(Pink Floyd)


Y definitivamente sentirse, más allá del espacio y del tiempo, dos. Eso, eternamente; eternamente soluble y divisible. Vacuo en las intoxicaciones. Eso es lo peor de esta vida para mí. Despertar sin previo aviso de un sueño de gasa con una estrella de sangre en el mentón, quizás con una quemadura lacerada en la pierna, con un morado en el ojo. Las caras de la gente te miran desde una realidad que no entiendes ya que resulta demasiado lejana, no se acopla con tus sudores alcohólicos o tus delirios de niño pequeño. Si no dijese que lo hago a propósito sería estúpido así que debe ser el propósito de alguien que llevo dentro y que no entiendo. Una entidad asesina y agresiva que me mira con los ojos ásperos, la boca torcida; no sé como tendrá el alma. Luego uno se recupera y lleva un estigma clavado en algún punto del cuerpo, intento acercarme a ti, que tienes los hombros grandes de hombre y un precioso pelo rizado con la mirada algo extrañada, pero ya es demasiado tarde porque la marca se te ha quedado demasiado grabada. Tú te vas a una tumbona y yo me quedo con la tirita colgando de cualquier hilo de piel. Tampoco es tan grave...tan grave...tan grave...sólo el mentón, el ojo o la pierna. Una vez fue todo el puño y puede que algún día sea algo más peligroso, como una hoja de afeitar ¿Qué buscará eso que llevo dentro? ¿Qué futuro tiene para mí? Pero en definitiva me quedo con tus bellos hombros de hombre o de nadadora, con tu pelo rizado bañando una tumbona entre dos arboles retorcidos bajo un magnífico cielo gris y la sangre dejando de manar, resecando el mentón y el emplaste....hasta la próxima vez que note, frío como el acero, prieto como un torniquete, seco como un tambor funerario el giro que me devuelva al suelo y después del suelo...vuestras caras con forma de búho, el miedo reflejado como en un espejo refractario directamente enfocado a un gran sol, mayor que el nuestro, infinitamente más grande. El pavor causado por un hombre y su suelo.

viernes, 25 de mayo de 2007

Invasión (4 movimiento - Nahui Ollín)

I get up in the evening
And I ain't got nothing to say
I come home in the morning
I go to bed feeling the same way
I ain't nothing but tired
Man, I'm just tired and bored with myself
Hey there baby I could use just a little help
You can't start a fire
You can't start a fire without a spark
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark

Message keeps getting clearer
Radio's on and I'm moving 'round the place
I check my look in the mirror
I wanna change my clothes, my hair, my face
Man, I ain't getting nowhere just living in a dump like this
There's something happening somewhere
Baby I just know that there is
You can't start a fire
You can't start a fire without a spark
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark

You just sit around getting older
There's a joke here somewhere ant it's on me
I'll shake this world off my shoulders
Come on baby the laugh's on me
Stay on the streets of this town
And they'll be carving you up all right
They say you gotta stay hungry
Hey baby I'm just about starving tonight
I'm dying for some action
I'm sick of sittin' round here trying to write this book
I need a love reaction
Come on now baby gimmie just one look
You can't start a fire sittin' round crying over a broken heart
This gun's for hire
Even if we're just dancing in the dark
You can't start a fire worrying about your little world falling apart
This gun's for hire

(Bruce Sprinsteen)

Me despierto siendo humano pero me acuesto y sólo contemplo en el espejo un monstruo; garras y cuernos rodeados, infectados, de otros monstruos. Tengo garras y lagartijas, sapos y tritones, los mosquitos asomando por debajo de mis uñas saludan a todas las chicas bonitas al pasar. Cucarachas reptantes formando coaliciones debajo de mi epidermis, sus huevos se condensan y eclosionan en profundidad dentro de nódulos de grasa y gelatina protectora que se extienden por todo el organismo que ya no es mí organismo sino una multiplicidad de organismos que se alargan y crepitan como una hoguera. Babosas y arañas rasgando la piel para no ahogarse entre mis folículos pilosos, arriesgando las patas para escurrirse fuera del riñón infecto o del hígado hipertrofiado hacia la superficie del cuerpo. Ya no más mi cuerpo, no lo diré nunca más, es EL cuerpo – con mayúsculas - ...donde habito yo y ellos; los rocío con antiestamínicos y con antiparasitarios y antiatómicas y tantos antis que son imposibles de contar con los dedos de la mano; por favor pensarlo por mí: champú, desodorantes, yodo y desinfectante, lejía en la ropa, anticaspa en la pelambrera y anticaída también; lociones, ungüentos y pociones. Tengo virus, bacterias, hongos, arácnidos y culebrinas utilizando mis venas y músculos como autopistas. Ahora me pregunto si llegaré a conocerlos a todos, a estos intrusos, y al conocerlos consecuentemente a encariñarme con ellos y les hablaré del futuro juntos, en perfecta simbiosis, como si fuesen mi pareja, les contaré los planes dentro de planes y les presentaré a mis amigos y a mis amigas para que nos hagamos todos íntimos y puede, únicamente es una posibilidad, que si nos rechazan yo consiga que toda la horda me obedezca, sigan los mandatos que yo les indique, y entonces podré robar y matar sin piedad. Lanzaré a mis huestes contra vosotros y vuestros hijos; mis arácnidos saldrán de mi sexo y se agarrarán como en una película mala de ciencia ficción a vuestras cabelleras, las serpientes morderán envenenadas desde mis uñas y en manada, como un corrimiento de tierra de seres infectos, seréis todos tragados y expulsados fuera de mí y del círculo que necesito para mi protección. Nada más que enfermedades con piernas que comen y se sienten seguros con una manada oscura que habla desde lo más profundo. Nosotros hemos hablado. Nosotros y nosotros y nosotrostrostrostros también.

jueves, 24 de mayo de 2007

Sin pc (Mandriva kills Ubuntu) y con poca inspiración

Hubo un tiempo en el que en cada extremo se hallaban los cuatro tezcatlipocas. Poco más podían tener los hombres que algo en cada extremo, cada uno en una dirección cardinal. Uno para el norte, el sur, el este y el oeste. Uno de cada especie igual que en el arca de Noe.


Al este se encontraba Xipe-Totec el tezcatlipoca rojo, también conocido como el dios desollado, que era patrón del prepucio, dios masculino por excelencia y el prevaleciente en los cambios estacionales y en todo lo mutable. Cuando los humanos, tímidamente, sacrificaban un hombre en su nombre a este lo desollaban y la piel le era cosida a un sacerdote encima de su propia cuerpo. Allí quedaba prendida durante un mes, cuarteándose el cuero, apestando con cada paso y apretando tanto el cuerpo del sacerdote que llegaba a sufrir dolores tremendos por portar la carga de este dios que, como todo lo que ocurre en la vida, no representaba ni lo bueno ni lo malo.


En el sur se podía encontrar a Huitzilopochtli, el representante del color azul, el dios de la guerra y del sol, protector de los Mexicas y destructor de todo lo demás, el del cuerpo pintado y las armas bien prendidas, animador de batallas y de sacrificios sin fin que agarrotaban la mirada de todos los enemigos que osaban enfrentarse a sus hijos. Cuenta la posible realidad arqueológica que pudo ser obra, en concepto, de un sacerdote emborrachado de grandeza que profetizó al pueblo errante su resurrección cinco días tras su muerte y que una vez acontecida aquel pueblo elegido le llevó – en forma de cadáver - a ver mundo como representación divina en una urna por el desierto ¿A qué nos sonará eso? hasta que fue convertido en divinidad principal el mismísimo polvo pestilente que degradaron sus huesos.


Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, fue el creador de los humanos y morador blanco del oeste, el de las barbas y la destrucción. Otro elemento dual. Creo a la humanidad robando los huesos de los hombres que habían habitado en los antiguos mundos destruidos con su colaboración. Hubo nueve infiernos y el nos recogió del último, espero que culpable, para regarnos con su sangre y hacernos vivir de nuevo. Dios de la era del jaguar, Nahuiehocatl, se fugó de nuestro lado tras ser engañado por el último de sus hermanos. Con él, según las leyendas, se llevó la idea de la paz y la armonía, de la no necesidad de matar. La paz se rindió y nos dejó con el corazón ensangrentado en la mano, todavía bombeando.


El último tezcatlipoca, cuyo nombre es simplemente Tezcatlipoca, conocido también como el negro o el señor del norte. El que no es tangible. El que humea y brilla a la vez. El espejo humeante de nuestros cielos que nos da la brea y el fuego, que mata y construye y sigue adelante cada una de sus adivinaciones. El señor de la noche eterna y elemento tan dual como el propio ser humano es el creador del orden y mantenedor de la sangre que fluye pues sólo a través de la sangre se puede mantener el orden. Los ciclos de cincuenta y dos años, los de venus y los dioses decorados de carmines de todos los tonos resuenan en la caverna en un eco del polvo y la savia que se quedara clavada en el camino formando los grumos que nadie más volverá a visitar.


Al final de todo lo que nadie puede olvidar; una última dirección, hacia dentro y en caída, el monstruo de la tierra – Tlatecuhtli – que abrasará y ahogará nuestras pobres ilusiones en una caída sin fin. El vórtice del que nadie saldrá.


Y después estáis todos vosotros con vuestras armas y los lazos y, por supuesto, con el mismo agujero justo debajo de las piernas. No lo queréis reconocer, igual ahora que antes, con las direcciones clavándose en nosotros y los tezcatlipoca sobre la tierra en forma de Harriers y Tomahawks en vuelo de libélula. Harto de vuestros Levi's y de los Diesel darme, simplemente, un peinado menos, un bono de cinco años menos de vida para que pueda encender mi corazón extraído del pecho y encender un nuevo fuego que ilumine todos los fuegos del planeta...que haga crecer las bombillas y las estaciones radio-eléctricas a la altura de los mecheros en la noche de camas humedecidas y deshechas. Darme un arma que me valga para algo y que no se apague cuando tengas miedo, el arma definitiva, iros de aquí y tendré la fuerza necesaria. Hoy voy a atar los años y celebraré el rito del fuego nuevo para que nos demos cuenta de que nada cambia tanto y de que tras la barra hay un par de tipos con cuchillos de piedra que están locos por clavar, rasgar y tragar.

jueves, 17 de mayo de 2007

Miembros

Si se pudo decir algo malo de él es que su manos tenían sueño y se acostaron capturando aquel cuello. Porque las manos también quieren soñar y dormir entre las sábanas de los cuerpos y por alguna casualidad tus manos pueden querer dormir en ese cuello concreto o abstracto que se te presenta. Luego ese cuello se asfixia entre la respiración tranquila de una mano tranquila que quiere dormir como cuando eras niño - y no dormía sólo la mano sola sino que dormía entero el cuerpo entero -. En aquel entonces no se te podía culpar de nada. Así que lo único de lo que se le podía acusar era de que sus manos tuvieran sueño. Más tarde, una vez ya sus manos dormían bajo tierra, si se le pudo acusar de más cosas; se dijo que las manos araban la tierra entumecida intentando escapar del castigo o que la boca, casi cubierta de tierra pero no completamente obturada, escupiese aquello de “En esta ciudad se forman barricadas de silencios y los desagües no pueden aliviar el peso de tanta carne putrefacta, de tantas palabras muertas. En esta ciudad las personas nos miramos desde trincheras de anormal incomprensión que se elevan igual que el humo se levanta en una hoguera recién humedecida. Ya no quiero más esta ciudad que está llena de tanto barro y lodo e inmundicias de todo tipo”. De eso sí se le pudo acusar.

De todo esto sacamos que hay moral y conciencia para nuestras manos; hay manos que se aposentan en los cabellos y otras que raspan la piel mientras que las hay que duermen ablandando los cuellos. Podemos obtener por último que hay algo de nacionalismo en nuestros cuerpos y que por lo tanto hay una independencia tributaria y moral para cada parte de ellos; por lo que si tu mano te ofende vas y te la arrancas, que ya es bastante. Tenemos manos y piernas e ingles que intentan actuar por su cuenta y desde que eso ocurre nada vuelve a ser como cuando, antes y mucho antes, esto no te importaba. Y dormías con la conciencia – y tus miembros con sus entrañas – muy tranquilos.

P.d: Y todo esto que debe ser un acto de enajenación de mi cabeza con respecto al resto sin que yo me dé entera cuenta...

martes, 15 de mayo de 2007

A sotavento

En medio del silencio tus besos se abrieron en manada, blancos, verdes y amarillos...¿Cuantos colores en besos? ¿Cuantos colores de besos? En medio del silencio se abrió tu boca, tu regazo y tus piernas. Ahí ya no se puede hablar de colores sino más bien de fe (al fin y al cabo, una religión más. Creer o no creer en ti, tus piernas, tu pecho y tus colores). Estoy volviendo a recuperar la fe después de tanto tiempo de penurias. El durmiente ya amanece, padre. El durmiente ya ha despertado.

p.d Ni una sola gota de agua en Arrakis, planeta desierto. Exactamente lo mismo que en mi sangre y mi semen.

domingo, 13 de mayo de 2007

Dulce-amargo sabor a granada

El 17 de mayo, poco antes de que el descanso veraniego se contagiase en el cuerpecillo de todos los hombres y mujeres del país, empezaron los terribles ataques de picor que asolaron la vida de M. Si en un principio se pudo decir que era un problema menor, una incomodidad, en pocos días la cosa se convirtió en un asunto de importancia capital para el bueno de M. No sólo era un picor continuo y abrasador que se desplazaba por toda la anatomía, gris y hasta ese momento totalmente típica del tipo del que hablamos con esta tipografía, ya saben M., sino que tenía el magnifico don de enfurecer de sobremanera a este señor que hasta el día 17 de mayo no había levantado su voz a nadie. Cuando digo nadie quiero decir a nadie de verdad, ni a su padre ni menos a su madre, su jefe, que era un negrero y había sido golpeado con elementos contundentes por obreros descontentos en varias ocasiones, en el caso de M. lo único que había recibido eran saludos de los que hacen eco – ya se sabe que es necesaria la distancia para que el eco pueda existir, lo cual indica muy señores míos algo, sino todo, lo que necesitan saber sobre el estúpido tema de los saludos de M. a su jefe -. M. estaba enfadado y para intentar remediarlo no se le ocurrió otra cosa, el día 22 de mayo, que golpear su cuerpo contra las cosas – aunque pueda parecer una salvajada o como mínimo una estupidez – para intentar aplacar ese picor continuo, culebreante, que tanto podía anochecer en el brazo como se podía despertar en plenos genitales. M. se golpeó, por este orden, la cabeza, los riñones, la cabeza de nuevo pero esta vez con insistencia genial en las sienes, las axilas, la planta de los pies contra la esquina ardiente de la puerta del horno de su casa – marca Fagor -. Gran descubrimiento fue este último asunto, el de la puerta caliente, pues en ese momento se dio cuenta de que las quemaduras eran mucho más efectivas que las simples contusiones – los moraos de toda la vida -. Para seguir relatando habría que describir el gran avance en materia de auto mutilación y destrucción de la propia integridad como individuo que obtuvo el tipo-tan-majo-este. Del alcohol se paso a la gasolina, de ahí a las camas de clavos y a las cajas con serpientes venenosas. También probó con el daño físico a terceros, violaciones, hurtos con violencia o el simple cachiporrazo por la espalda y miro para atrás, tiro la barra de acero ovetense, y si te he visto no me acuerdo. El picor ni subía ni bajaba ya en intensidad porque realmente cualquiera se hubiera percatado de que aquello no podía ir a más. En la cama todo se hacía insoportable y el sexo estaba vetado porque en medio del acto siempre se le iba el picor con el flujo sanguíneo – que en este caso ya saben exactamente a donde se larga – y la cosa se volvía impracticable. Que si me pica pues me rasco y luego no vean ustedes que cuanto más me rasco más me pica lo que nos deja con un problema de, porque no decirlo, cojones. Se pueden imaginar que M. estaba empezando a sentir una leve incomodidad en su vida.

El día 29 de agosto nuestro protagonista contrajo matrimonio con una chica estupenda, prostituta de profesión, y pasaron la luna de miel en la Canarias por aquello de que el negocio no andaba muy bien, tampoco marchaba lo del picor de M., que ya no sólo se le movía por el cuerpo sino que parecía que lo hacía con inteligencia y sarna; si tenía que usar la cabeza pues allá que iba, daba por el culo, y migraña al canto que se provocaba el tipejo de tanto rascarse la cabeza. Lo único bueno de todo aquello eran los masajes tailandeses que le daba su actual mujer, un dechado de delgadez y pómulos rellenos de botox, para intentar aliviar a su flamante maridito de estar forzado a andar rascándose la espalada con el gotelet de las paredes.

El día 31 de agosto nada más lanzar a su ya no tan flamante - y si puede ser incluso un poco más puta – mujer por la balconada de la habitación del hotel (cortinas blancas y fuerte iluminación solar desde arriba aunque con un poco de inclinación por ser la última hora del día). Este movimiento no le salió tan bien como el esperaba porque, primero la muy pícara se agarró a la barandilla de la balconada para luego ir a caer a la piscina desde la despreciable altura que puede alcanzar el primer piso de un hotel de cuatro estrellas en primera linea de playa. Una vez comprobado desde la habitación que su mujer se encontraba – encantada – siendo rescatada por un fulano con los ojos cubiertos por las gafas de sol y el miembro oculto tras un bañador rojo, el odioso picor se dividió en tres, uno para cada lado de la frente y el otro para el propio esfínter del ano. Esto fue ya demasiado para el bueno de M. que en un arranque de furia se golpeo su mano hasta que la vio bien muerta, no sólo rota sino totalmente enajenada con respecto a la vida, con la diminuta puerta del mueble bar del apartamento. El sol caía ya casi del todo de la esfera terrestre y M., con la mano muerta, y un fuerte picor generalizado se golpeó el cuerpo hasta que obligó al picor a concentrarse en la mano y cuando lo tuvo bien retenido, como si de una res se tratase, se seccionó la mano sin pensarlo. Allí se quedo M., la sangre revolviéndose por todo el cuarto como un surtidor de gasolina suelto en el asfalto, con una sonrisa de estúpido iluminándole la cara. Poco después, justo antes de que llegase la ambulancia, se dio cuenta de que algo iba mal - ¡Qué infortunio el de este hombre! - pues empezó a detectar una sensación extraña que volvía a apoderarse de su cuerpo como de otro invitado no deseado se tratase. Un dolor muy fastidioso se aposentó en casi todos sus miembros - con insidiosa insistencia en la mano que ya no estaba - mientras le intentaba explicar al A.T.S de la U.V.I móvil que si era posible que le dejasen que se terminase de matar antes de que le trataran lo del corte. Dijo: “Por aquello de que todo esto es una mierda, me refiero a la vida, que si no pica, duele, no se crea usted que es por otra cosa”.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Hoy jugamos todos

Tenemos un hombre trajeado y orondo, la cara alargada desde la papada hasta el extremo casi invisible de las orejas. Los ojos saltones y con abultadas oscuridades en el contorno. Llamémosle, como homenaje, Lucca Brassi.

Tenemos un revolver y un libro. El revolver podría llegar a ser pistola pero el libro sólo podrá ser libro (nada de revistas que nos conocemos...)

El sencillo

Cuando Lucca Brassi con su cara trastornada de violencia buscó el revolver en su bolsillo sólo encontró un libro cualquiera.

El doble

En el instante en que tenía que sacar el libro, Lucca Brassi, en vez del libro plantó en la ventanilla de devoluciones un revolver cargado. Todo el mundo en la sala de lectura clavó sus ojos en él con una persistencia molesta.

El kafkiano

Y al sacar el revolver del bolsillo, Lucca Brassi, se dio cuenta de que ya no tenía un arma sino una edición ilustrada de la metamorfosis, lo sacudió como si de un insecto que ascendiera por su brazo se tratase, lo lanzó al otro extremo de la habitación y se froto los ojos para comprobar si podía despertar de aquella pesadilla; mas por mucho que lo intentó el revolver seguía siendo libro tirado en el extremo de la salita y las tapas se convirtieron en una ofensa continua a su propia existencia.

El familiar

Cuando el bueno de Lucca, que tenía cinco hijos, fue a cumplir el encarguito que le había endilgado el jefe se encontró de frente con el por qué nunca debía dejar a su mujer que le planchase los pantalones. Había confundido los de paseo con los de diario y en vez del arma lo que encontró fue un libro sobre la guerra de secesión que le fue de muy poca utilidad en aquel caso.

El jocoso

Y como aquel tipo tan enorme no encontraba pistola por ningún lado se lió con el canto de un libro a golpear en la cara al bueno de Lucca. Uno pensaría que aquello tampoco era tan grave pero hay que ver como se las gastaba aquella enciclopedia británica.

El lírico

Cuan jovial se sintió el desdichado Lucca al percatarse que en fuerza, un libro cualquiera, no tiene parangón de ningún tipo, que es el rey de la creación humana, y que ni la más florida arma metálica puede ensombrecer su grandeza.

El existencialista

Los ojos de Lucca se apagaron en una lágrima oscura y no era el boquete provocado por la bala eyaculada desde el cañón de la pistola lo que le mataba sino la fuerte sensación de que todo lo aprendido en aquel libro, todos los esfuerzos puestos en él, no habrían hecho nada para asegurarle que podía alcanzar algo más allá de todo.

El meta literario

El vacío irremediable que sintió Lucca al saber que él era un personaje y que a un gesto del escritor se podía trastocar su pistola en un libro o en cualquier otra cosa hizo que no pudiese actuar en el último momento. Sus músculos no respondían y en cierta forma ya estaba muerto desde el mismo momento en que supo que sus actos estaban controlados por otro hombre.

El duro

Lucca sólo confiaba en tres cosas: El libro sagrado, un revolver reluciente y sus agallas. No tenía nada más y al fin y al cabo hizo bien pues en el momento más delicado de su vida se salvó gracias a que la biblia paró esa bala obligada a lanzarse contra su pecho izquierdo.

El pornográfico

Lucca, el pecho desnudo y limpio, elevó las caderas y con su pistola erguida se hundió en la fragante esencia del libro abierto que formaban aquellas caderas, muslos y pelvis que se le insinuaban desde hacía horas.

El animista

El revolver soñaba, en las cálidas noches en las que las nubes encapotan el cielo y la cargan de humedad eléctrica, con otro tipo de vida, quizá con pasar esos momentos en la costa, en compañía de un libro, jugueteando y retozando sobre las manos de Lucca, pero siempre, a la mañana siguiente, se tenía que conformar con ser un matón de medio pelo otro día más.

El preciosista

El revolver apareció por detrás de todo, de aquellas sombras que cubrían el cuarto, y el libro no pudo hacer otra cosa que desprenderse suavemente hasta el suelo con el lomo herido y abierto. Lucca lloraba lágrimas de plata porque sabía que no había nada más doloroso, para alguien que va a morir, que el saber con antelación el hecho del disparo.

El mitológico

Y los libros eran gaviotas erguidas en el cielo, flotando y siendo perseguidas por el pecho orgulloso de Lucca y los feroces perros metálicos amarrados a su hombro con el arnés de la pistola; nunca terminaba la cacería porque estos movimientos eran perpetuos y seguían al sol en su eterno recorrido, por encima y debajo de nuestro mundo. Desde la tierra de los dioses al inframundo siendo de esta forma como se crearon las estrellas - las motas de metal que el gran cazador disparaba en busca del conocimiento.


martes, 8 de mayo de 2007

Barbecho

Paso la tarde en el Retiro bajo la luz de sol que parpadea contra mi piel. Estoy con mi amigo el punki. El sol sigue brillando a más no poder. A él le gustan los hombres y a mí las mujeres. A nuestro lado unas chicas practican algo que ellas llamarían yoga y a mí me parece más bien un ejercicio de estiramiento. No respiran de forma adecuada. Hablamos de algo que ahora no recuerdo y tengo una sensación de barbecho en el alma; a lo largo del cuerpo se me cuela como un espasmo. Una eyaculación leve. Hoy no hay nada más que hacer.

jueves, 3 de mayo de 2007

Héroes

Segundo cero.

El héroe levantó el arma y disparó contra ti sin dudar un único instante igual que si lo hubiera hecho ya un millar de veces. Por eso es él el héroe y no tú.

Así que recuerda. El brazo alzado en ángulo recto sobre el omóplato sin inclinación con el trompo central del torso más bien siguiendo una prolongación natural de él. Algo parecido a un crucificado con el carrillo de la cara pegado contra la clavícula. La pistola negra y pavonada, el cañón mirándote directamente a la frente. La mano asió la culata sin ninguna fuerza, los dedos sueltos en cascada, el corazón más tenso y prieto que el anular que a la vez era más firme que el meñique parecido al de alguien que toma el té en una nublada tarde londinense. La pistola se coge así. Nunca debe haber fuerza sino más bien equilibrio, todo depende del apoyo de la base del gatillo contra el costado superior del dedo corazón. No debes apretar la culata sino dejar que la pistola se apoye en ese dedo y luego introducir el índice sin tocar nada en la caja del gatillo; por último, para cerrar el ciclo de la muerte, acercar ese equilibrio a donde tú quieras elevando el abductor del pulgar lo suficiente para que, como en una postura de ballet, el cañón quede justo a la altura de tus ojos en linea con la mira y – por supuesto – el blanco.

Segundo coma seiscientos veintitrés.

El héroe tiene su arma negra mirando en tu dirección y ya no respiras porque en pocas décimas también dejará él de respirar pues esta ausencia de aire es necesaria para disparar. Al dejar de respirar tu ritmo cardíaco se reduce durante unos instantes pero no puede ser una ausencia de ese gesto pulmonar cuando estamos cargados de aire, primero es obligatorio expulsar muy despacio toda la carga torácica para que en el instante que todo esté vacío, que el cuerpo del tirador se haya acercado de una forma teatral a la muerte que quiere provocar – porque, ¿No es cierto que la ausencia de expiración es lo más próximo a la muerte? - se produzca esa breve espacio de tiempo en el que el pulso es débil, el brazo no falla, la musculatura se relaja y, al igual que el colibrí se posa sobre la flor, el índice - que ya había acortado la presión hasta el primer tope del gatillo – deja que se active la maquinaria.

Segundo coma novecientos treinta y cuatro.

Ya no hay héroe y tampoco estás tú. Deflagración perfecta contra un tubo de metal bronceado de aceite lubricante. Las balas no avanzan en linea recta sino que conforman una danza helicoidal, gracias a las estrías propias del cañón, a través de un aire que según las leyes de la dinámica se vuelve turbulento, el proyectil supera la velocidad del sonido y la onda generada avanza demasiado lenta para la velocidad que proyecta todo, oleadas de calor mientras el plomo de la bala se calienta y gira por el aire en una trayectoria que no es lo sufientemente errática para ti. El plomo cuando golpea cualquier objeto es demasiado blando para mantener su estructura y se abre igual que los capullos de una rosa roja. Una rosa roja para ti en tu bolsillo.

Segundo primero.

El héroe es héroe porque te mata a ti para seguir adelante, no se deja vencer y consigue disparar su arma. El nombre del héroe es el de la persona que tanto daño te hizo. Piensa en todos pues a lo mejor tienes varios nombres. Piensa en ellos. Mantenles concentrados en la punta de la lengua igual que si fueran balas. Todos tenemos esos nombres. Pero no los sueltes que cada uno conoce los suyos y con eso basta. Yo tengo los míos y son más de uno. El héroe es héroe porque se salva y no hay nada más que hacer que salvar a cualquiera para ser héroe, ergo...lógica aristotélica. Aquel es el héroe y tú el disparado. No te mientas ya que tú también tienes un arma pero no sabes usarla o no quieres, ¿Qué sería peor?

¿Tienes un arma? Algún día podrás ser héroe. Quizás lo has sido ya. Héroes.

martes, 1 de mayo de 2007

[Dis]torsión sobre película de Bergman

Somera descripción de la situación. Habitación alargada con una recargada decoración estilo francés. Elementos líquidos en los cantos de los muebles de madera lacados con distintos colores. Libros y esculturas semi desnudas invitan a la chimenea. Al fondo una puerta de gran porte y en el lado opuesto una ventana a través de la cual sólo se observan llamas crepitar. Todo está en silencio, ni hay lágrimas ni gemidos, tampoco música de ningún tipo. El diablo viste como un alto financiero, en bata y sobrio pañuelo anudado al cuello, de finales del XIX o quizás principio del XX, cuelga de su mano un espejo con un marco dorado; poco más que decir de él excepto que tiene un orzuelo en el ojo que le deforma la mirada entera. Su maldad parece sufrir una herida o mácula. En el extremo opuesto un sirviente con librea; su postura denota la espera de una orden que tiene que cumplir con diligencia. Entre los dos, entre el diablo y el sirviente, Don Juan se mantiene hundiendo la cabeza contra el omóplato, la mirada gacha, los ojos casi cerrados y oscurecidos por la sombra que forma el arco de la ceja. Se cubre el cuerpo desnudo con una manta negra que muestra la carne condenada del pecho y el cuello.

Diablo: ¿Sufre mucho, Don Juan?

Don Juan: Para su disfrute sí, señor.

Diablo: Ya te puedes marchar.

Don Juan se gira sobre si mismo, avanza hasta la puerta que el lacayo ya está abriendo y justo antes de cruzar, sin dudar, vuelve a encararse con la escena, esta vez la cabeza se mantiene erguida con orgullo.

Don Juan: Señor quiero que sepa que no me derrumbo, que le desprecio infinitamente. A usted y al que se encuentra más allá. Don Juan no se rendirá en toda la eternidad por más sufrimientos que le infringieseis. Pienso mantenerme como la burla de Dios en el propio infierno. Y os deseo a usted mucho éxito en vuestros mezquinos actos.

Al marcharse Don Juan se observa la cara impertérrita del Diablo con su cuerpo ligeramente inclinado, ni un gesto que denote el más mínimo enfado, mas cuando la puerta está a punto de ser cerrada por el lacayo, ya el Diablo de espaldas.

Diablo: Dejad dormir a Don Juan.

Lacayo: Si señor. Dejamos que sueñe o le permitimos el descanso de su ausencia.

Diablo: Que sueñe.

Lacayo: ¿Con qué le dejamos soñar?

Diablo: Con los placeres terrenales y todo lo relacionado con el amor, por supuesto.

Lacayo: ¿No será demasiado cruel?

Diablo: No es cruel. Ningún sufrimiento es suficiente para el que ama.

La puerta se cierra en silencio y el Diablo entreabre una sonrisa muy fina. Casi imperceptible con la puerta y las sombras de fondo en un plano muy corto.

"La virtud de una mujer es el orzuelo en el ojo de diablo" Proverbio Irlandés