1.- En un día de claro - con gafas oscuras - mira al cielo, centrándote en el sol. Agárralo con el pulgar y el índice. El sol no quema, está frío o cálido dependiendo del ambiente. Trata de moverlo y siéntete igual de impotente que la nada. Tus músculos se agarrotan. No tienes fuerza. Crees que no tienes fuerza. Nada se mueve a tu alrededor.
2.- Elige una bombilla cualquiera, dan igual los vatios o el color. Rodéala con una tela fuerte como por ejemplo un mantel o un pantalón vaquero. Disfruta la sensación de poder pero no aprietes. Siente en tu interior que podrías presionar hasta que la bombilla se viese reducida a mil astillas diminutas de vidrio tan fino como el aire. No lo hagas. Quita el paño. Elimina la protección que has colocado entre el mundo y tus débiles manos. Siete ahora el miedo asociado al poder; ahora sólo afirma tus manos contra el vidrio que se calienta contra tu torrente sanguíneo, tus músculos y tendones. En el centro de tu cerebro, de donde parten las sensaciones primarias, los elementos cercanos al animal que llevas dentro, encontrarás miedo a dañarte al romper el cristal, al hacer añicos la bombilla. Tienes el poder y el miedo de utilizarlo.
3.- Prueba lo mismo con un huevo. A ser posible blanco aunque también valdría moreno. Esta vez rómpelo cuando estés sin tu tela protectora. Deja que la yema y la clara se escurran por tu mano hasta llegar al retrete. Chorreando te darás cuenta de que tú eres en parte huevo y en parte tú, te darás cuenta que hay algo estrictamente sexual en el acto de ser recorrido por algo que podría haber formado una vida.
4.- Más allá de tu aliento, atravesando la garganta, la laringe y la faringe. En el centro de tu pecho se encuentran dos demonios. Dos efrits mejor dicho. Uno porta en su mano una lámpara que da luz blanca y el otro porta una lámpara de negrura. Imagínenlo. Dentro del pecho de cada efrit hay otros dos efrits que portan en sus manos los mismos objetos. Eleva la operación hasta cien, hasta mil o diez mil. Un enjambre de alvéolos con sus efrits que se extienden por todo tu pecho siguiendo tus pulmones. Imagina que la certeza de lo bueno son todas las luces blancas encendidas y que la de lo estrictamente malo se representa por todas las luces negras. Es imposible que todo se ordene de esa forma. Imagina una bella representación en árbol de multitudes, hordas de luces por todos los lados; arriba y abajo. Luces blancas y negras siguiéndote esclavas de tu propio pecho. Siempre encadenada y oscilantes como las luces de los barcos en el límite del horizonte. Se ven y al instante desaparecen como engullidas por la nada.
jueves, 19 de abril de 2007
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4 comentarios:
Creo que todo este miedo que tengo a crecer es porque cuanto más mayor me hago más consciente soy de mis limitaciones.
BESOSONRISA
que pasa locuelo. Vaya, vaya, te ha salido un texto muy Zen, parece escrito por el mismo doctor Miyagi.
Para txe: Pues si pues si...algo se me tenía que quedar de haberte conocido a ti. Lo del zen es muy tuyo. Pero te puedo jurar que lo de la bombilla lo he hecho...y lo de los ifrits...bueno la versión original era un poco distinta pero aun más cafre y bruta (lo que gui y yo llamamos estilo motörhead)
Para betrix: Pues ala...a tener miedo que tampoco es tan malo. Hay ciertos sentimientos que están ifravalorados o que son tabús en nuestra sociedad...el miedo, el asco, la ira y el odio (bueno alguno que otro más) Me imagino que nos putean pero es mejor tenerlos que vivir en el mundo de la piruleta.
Lo del mundo de la piruleta va por mí..? Qué coño, tienes razón, vivo en Disneylandia.
Ala, salud!
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