martes, 17 de abril de 2007

Por una vez...mejor callar

Empiezo pensando que aquí nace otro maldito bastardo pero que en este caso el desgraciado soy yo. Empiezo pensando que todo puede haber sido un error pero que algo hay que hacer en la vida y que incluso equivocarse es mejor que quedarse quieto. Así que aquí tengo un aparato que sirve para escribir y ahora tengo un hueco donde colgar esas hojas igualito que si fueran la ropa después de salir de la lavadora. Lo primero será saber por qué escribo un blog. Esto es, obviamente, una justificacación y una declaración de intenciones.

Primero. ¿Qué hace un tipo al que no le caen bien los blogs haciendo un blog? Da igual. Este tipo ya no se cae muy bien a sí mismo. A este tipo tampoco le cae muy bien casi nada y casi nadie. Este tipo tiene un papelito blanco que le medio identifica como un medio loco, otro papelito blanco que le identifica como un gilipollas y rastros de conversaciones que le dajan a uno como un heterosexual con problemas de sexualidad. Ni siquiera tengo un documento identificativo completo, nada en lo que escudarme al completo.

Segundo. ¿Qué hace un tipo al que no le caen bien los blogs haciendo un blog? Buscar a alguien, no nos mintamos. Buscando reconocimiento o sobre todo a alguien que te reconozca y que te hable. Buscando sexo o buscando miradas que parezcan sexos. Sexos compatibles con tu sexo que puede ser de muchos tipos o de sólo uno. Espero ser siempre sincero.

Tengo una declaración de intenciones completa. Llamémoslo un decálogo, las diez cosas que encuentro a mi alrededor y en mi interior sobre las que me interesa escribir. ¿Qué voy a dejar aquí empalado para aquel que quiera mirarlo? Sexo, muerte, auto destrucción, culpabilidad, amor, rock, religión, fragilidad, locura e ignorancia. Son sólo diez términos o si queréis verlo así sólo diez palabras pero que abarcan más de lo que se puede intuir a primera vista. Algunas son obvias y otras no tanto. Es simplemente una declaración de intenciones.

Empieza el juego.


Yo, le juro que no la quería haber golpeado, no tenía la más mínima intención. También hay que comprenderlo...Maru estaba moribunda con aquel cáncer de páncreas que debía doler mil demonios y ella no paraba de hablar; me refiero a su hermana, no la mía o la de cualquier otro sino a su propia hermana. Hay que reconocer que Maru era una joya de mujer pero su hermana era insoportable aún pareciéndose tanto físicamente a ella. Yo miraba a Maru con aquellos ojos casi cerrados y respirando tan débilmente que pensaba se nos iba a ir en cualquier momento y la otra cotorreando a más no poder. No sé de que hablaba. Les puedo jurar que no śe de que coño hablaba.

Conocí a Maru por el trabajo ya que era profesora de universidad y llevábamos follando tanto tiempo que ni nos acordábamos de cuanto. Follábamos mientras estaba casada y cuando ya se había divorciado. Follábamos en cualquier parte y luego charlábamos; era, en realidad, una persona muy abierta y comprensible. Tenía una vagina prodigiosa que se movía sola hacia cualquier lado – incluso hacia adentro - y que podía follarte sin que tú te movieses...no sólo era eso; era maravillosa en la cama: cariñosa y abrasadora por fuera sin tener en cuenta que tenía un cuerpo esplendido.

Yo había hablado con ella el día anterior y parecía que estaba bien teniendo en cuenta que no le daban más de dos semanas de vida. Quedamos en que la iba a visitar al día siguiente y eso mismo hice. Me presenté con las flores y con el traje bueno, uno azul marino que me había costado un dineral, pero al llegar allí me la encontré en las últimas. Estaba drogadísima y no podía ni hablar, los ojos entrecerrados en dos laminillas muy finas y la respiración entrecortada y muy suave. Puro algodón.

Les juro que yo no quería pegarla pero miraba a Maru yéndose mientras la otra sin parar de hablar y es que yo no lo podía aguantar. Por alguna razón, puede que estuviera un poco excitado, pensé, viéndola tumbada debajo de unas sábanas que la cubrían entera menos la cabeza, tan oprimida por el blanco y el bordado azul, que necesitaba decirnos algo y su hermana no le dejaba.

La cuestión, no me extiendo más, es que me puse muy nervioso y me quedé mirando por la ventana hacia un jardín que había poco más allá de la puerta del hospital, siete plantas más abajo. Unos chavales jugaban a algo que parecía fútbol pero que de lejos era más bien una batalla campal. Yo empecé a respirar con dificultad y los puños se me pusieron muy tensos, las uñas clavándose contra las falanges de los dedos, por dentro, donde la carne es más blanca. Luego ocurrió todo muy rápido y cuando entró el doctor para hacer la revisión y la hermana se acercó a él sin dejar de parlotear insensateces y no le dejaba pasar para hacer algo por su hermana yo ya no pude controlarme más y sin darme casi cuenta cogí la cuña metálica que reposaba en la mesa auxiliar y se la empotré contra la cabeza sin mediar palabra. ¿Quién me iba a decir a mí que la daría con tanta fuerza? Todo, incluso la bata incólume del doctor, se puso perdido de orines y de sangre. El médico se quedó sin palabras. Recto y clavado al suelo como la aguja de un guarda railes. Recuerdo que, antes de darme cuenta de lo que había hecho, dije: Señor doctor, es que no sabe usted como habla. Entiéndalo. Y me encendí un cigarrillo aun sin darme cuenta de que aquello era un hospital. A veces es que a uno se le olvidan las normas mínimas de convivencia. Sobre todo cuando está nervioso.

1 comentario:

Beatrix Kidoo dijo...

La búsqueda es absurda. Las cosas pasan y pasamos por las cosas.

Las declaraciones de intenciones no sirven de mucho. Es mejor no declarar y mover el culo. Así y todo la tuya me parece interesante.

Cambio religión por música y pasa al primer puesto. Es inamovible. El resto varían según el día.

Ala, a cuidarse! BESOS