Cuando el general salió de la tienda a través del camino helado de tierra que se había formado hacía demasiado tiempo por el paso de los animales al abrevadero del río supo de la necesidad de una palabra definitiva tifón bruma silencio sólo con la observación de la pradera plena, húmeda hasta las raíces de las rocas, con la estribación de colinas al fondo donde se encontraba el ejercito enemigo amatista avalancha bruma pensó, cuenta la historia, en que debía ser lo suficientemente sonora y bella pero a la vez definitiva para que acabase con el enemigo de un sólo plumazo galápago vorágine brocal una palabra como el restalle de un látigo de sexo o de fuego vísceras bravatas beldades indudablemente poderosa para que sus huestes se forjaran al hierro en su cuerpo una espada más allá de la mano, una carabina más allá de la mira o del hombro, y una boca para algo más que para los gritos y las discusiones sonajero abrasado estancia. Así el general pasó los primeros minutos del alba, buscando una palabra entre todas las palabras que conocía mientras sus hombres preparaban sus cuerpos y las pequeñas fogatas de campaña hervían lo poco que desayunarían antes de irse al infierno vendaval limonita acanto Cuando el sol despuntó a lo lejos, entre dos picos bajos y rasos de vegetación y la sombra se retiraba de la luz en toda la planicie como un enemigo derrotado, el general se dio cuenta de que necesitaba un nombre de mujer y, que por desgracia, en aquel momento no se le ocurría ninguno. Nunca, durante los años que pensó en aquella derrota antes de su muerte, se le ocurrió el por qué de aquel olvido tan estúpido...en hora más dramática.
jueves, 31 de mayo de 2007
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1 comentario:
La mente que nos gasta putadas,porque disfruta viendo como nos hundimos en el fango. Y todo porque es vengativa.
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