martes, 1 de mayo de 2007

[Dis]torsión sobre película de Bergman

Somera descripción de la situación. Habitación alargada con una recargada decoración estilo francés. Elementos líquidos en los cantos de los muebles de madera lacados con distintos colores. Libros y esculturas semi desnudas invitan a la chimenea. Al fondo una puerta de gran porte y en el lado opuesto una ventana a través de la cual sólo se observan llamas crepitar. Todo está en silencio, ni hay lágrimas ni gemidos, tampoco música de ningún tipo. El diablo viste como un alto financiero, en bata y sobrio pañuelo anudado al cuello, de finales del XIX o quizás principio del XX, cuelga de su mano un espejo con un marco dorado; poco más que decir de él excepto que tiene un orzuelo en el ojo que le deforma la mirada entera. Su maldad parece sufrir una herida o mácula. En el extremo opuesto un sirviente con librea; su postura denota la espera de una orden que tiene que cumplir con diligencia. Entre los dos, entre el diablo y el sirviente, Don Juan se mantiene hundiendo la cabeza contra el omóplato, la mirada gacha, los ojos casi cerrados y oscurecidos por la sombra que forma el arco de la ceja. Se cubre el cuerpo desnudo con una manta negra que muestra la carne condenada del pecho y el cuello.

Diablo: ¿Sufre mucho, Don Juan?

Don Juan: Para su disfrute sí, señor.

Diablo: Ya te puedes marchar.

Don Juan se gira sobre si mismo, avanza hasta la puerta que el lacayo ya está abriendo y justo antes de cruzar, sin dudar, vuelve a encararse con la escena, esta vez la cabeza se mantiene erguida con orgullo.

Don Juan: Señor quiero que sepa que no me derrumbo, que le desprecio infinitamente. A usted y al que se encuentra más allá. Don Juan no se rendirá en toda la eternidad por más sufrimientos que le infringieseis. Pienso mantenerme como la burla de Dios en el propio infierno. Y os deseo a usted mucho éxito en vuestros mezquinos actos.

Al marcharse Don Juan se observa la cara impertérrita del Diablo con su cuerpo ligeramente inclinado, ni un gesto que denote el más mínimo enfado, mas cuando la puerta está a punto de ser cerrada por el lacayo, ya el Diablo de espaldas.

Diablo: Dejad dormir a Don Juan.

Lacayo: Si señor. Dejamos que sueñe o le permitimos el descanso de su ausencia.

Diablo: Que sueñe.

Lacayo: ¿Con qué le dejamos soñar?

Diablo: Con los placeres terrenales y todo lo relacionado con el amor, por supuesto.

Lacayo: ¿No será demasiado cruel?

Diablo: No es cruel. Ningún sufrimiento es suficiente para el que ama.

La puerta se cierra en silencio y el Diablo entreabre una sonrisa muy fina. Casi imperceptible con la puerta y las sombras de fondo en un plano muy corto.

"La virtud de una mujer es el orzuelo en el ojo de diablo" Proverbio Irlandés

3 comentarios:

Beatrix Kidoo dijo...

Seguro que el diablo es una mujer disfrazada, porque a parte de malas somos retorcidas (no va en serio, era pura ironía, aunque no dudo que muchos pensarán igual)

Buena descripción, veo la escena proyectada en la pared traseara de mi imaginación.

BESOS muchacho!!

Txe Peligro dijo...

oh! qué precisión. Por lo demás deja a Bergman y a recoger a indigentes :)

saluditos

Anónimo dijo...

genial, retazos de la propia vida